Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

El rescate de la política

EN plena tempestad, cuando tanto dinero se ha volatilizado con la misma rapidez con la que se consiguió, hay señales que demandan el rescate de la política como requisito necesario para un nuevo consenso social. Los alcaldes-promotores inmobiliarios, las administraciones-pesebre, los partidos cuota-parasitarias y las ideologías-marketing están en el origen de la privatización de la vida pública, de la autocolonización social y el imperio silencioso de los más oscuros intereses. La tempestad arroja sobre las orillas de la sociedad civil la profunda crisis de la representación.

Durante años, sin salir de nuestra geografía, hemos asistido a esa especie de conjura que ha hecho de los partidos empresas de lo nuestro, en las que la condición de socio está vinculada a la docilidad, a la ausencia de pensamiento propio y espíritu crítico. Empresas cuyas acciones oscilan con los estados de la opinión pública, más controlables en los tiempos de bonanza "imparable", cuando la andorga social no se retuerce en la incertidumbre.

El presidente Chaves convocó un think tank para la Segunda Modernización, que pretendía aminorar el retardo económico y cultural de Andalucía y hacerla converger, según se llegaba a decir, con las regiones más avanzadas de Europa. Promover, en definitiva, un cambio de mentalidad. Pero aquella reflexión comprometida, que suscitó tantas resistencias e incomprensiones, terminó siendo reciclada en un folleto electoral de diez puntos… ¡y punto!

Ya en los primeros debates de la modernización, se identificó un sólido núcleo refractario al cambio, situado en torno al conservadurismo de algunos patriarcas territoriales del partido gobernante. La mejora en la gestión pública y las estrategias de convergencia estaban reñidas con los objetivos inmovilistas de las cuotas parasitarias del poder, porque se trataba de acercar la política a la ciudadanía, actuar en función de los intereses de los electores y no tanto como beneficiarios netos de la voluntad popular. Pero, ¿quién explicaría todo esto a los capataces locales, antítesis de la modernidad…?

Las bolsas bajan y los capitales menguan. Más allá de las ilusiones ópticas y del oportunismo cínico, se impone la lógica universal del sentido común. Nunca como ahora se ha advertido en Andalucía la expresión de una sociedad que se moderniza por su cuenta y abandona los viejos graneros. La crítica está en la calle, entre muchos de los nuestros que exigen un rescate de la política y la vuelta a la sociedad. El aviso es muy serio como para intentar perpetuar las prácticas del clan o pensar que los mandarines del terruño nunca serán enterrados bajo las arenas de la alternancia.

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