EL Gobierno ha generado un debate inane para conseguir un triunfo ficticio. Conociendo ya los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA), ha hecho que situemos el listón del paro en cinco millones de personas, de modo que la opinión pública creyera que esa cifra marcaba el nivel de fracaso absoluto y por debajo de ella había un fracaso relativo, casi un éxito.

La EPA correspondiente al primer trimestre de 2011 se hizo pública ayer y, en efecto, el número de parados ascendió a sólo 4.910.200. No se llegó a los cinco millones. ¿Y qué? ¿Acaso podemos contentarnos con tener a cuatro millones novecientos y pico mil trabajadores o aspirantes a trabajadores que no encuentran empleo? En Alemania cerraron el trimestre con menos de tres millones de parados -dentro de una población mucho más elevada que la española-, el porcentaje más bajo de desempleo desde la unificación de 1992.

Esto es lo que hace más insufrible la situación de la economía española: que los demás países de nuestro entorno han pasado ya lo peor de la crisis general y están remontando, mientras que en España se habla seriamente de una reactivación... en 2014. El Gobierno augura que nunca llegaremos a los cinco millones, pero ahí tropezamos con otro gran problema nacional, que consiste en que nadie se cree las predicciones del Gobierno. Los augurios gubernamentales han ido reduciendo progresivamente su optimismo (de adelantar a Francia e Italia pasaron a pronosticar una crisis coyuntural, luego pasajera, más tarde vieron brotes verdes, después el final del túnel...), pero en la misma proporción ha aumentado la descreencia general. Hoy carecen por completo de credibilidad.

Es lógico. El número de parados se incrementó en 213.500 personas en el periodo de enero a marzo. Ya suponen una tasa del 21,29%. En casi un millón cuatrocientos mil hogares todos sus miembros en edad laboral están desempleados. Esto quiere decir dramas familiares y, en otro orden de cosas, empobrecimiento nacional, que tiene bastante de acumulativo, ya que estas familias subsisten como pueden y su poder adquisitivo es más bien un no poder: el comercio al por menor se desplomó un 8% en marzo. Y si cae el consumo, a ver cómo se va a reactivar la producción... Completan el cuadro una inflación también disparada a causa de las subidas de combustibles y alimentos, igualmente restrictiva del consumo, y las alzas de los tipos de interés, encarecedoras de los créditos en general y de las hipotecas sobre viviendas.

Qué más da, pues, que no se haya llegado a los cinco millones de parados. Ya son demasiados los que hay. Sobre todo si la realidad se ha conjurado para hacerles perder la esperanza.

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