Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

El sello Chávez

CONTABA ayer Antonio Fuentes en su crónica sobre Podemos que todo es nuevo e improvisado en este partido y, en definitiva, que su bisoñez está impregnando su campaña contra el bipartidismo. Se refería a la improvisada propuesta de referéndum revocatorio, una consulta a la ciudadanía para evaluar a cualquier político, incluso al presidente de la Junta, a mitad de la legislatura: si sale el sí, si es revocado, el mandatario debe volver a su casa. Pero no, no hay mucho de nuevo en ello, el referéndum revocatorio es una fórmula que el mandatario venezolano Hugo Chávez introdujo en la Constitución bolivariana, y gracias a la cual fue componiendo su caudillaje caribeño, prólogo de la dictadura del chándal del inexplicable Maduro.

Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 gracias a las legiones de hambrientos de los ranchitos, y cierto es que la oposición venezolana trató de derribarlo mediante tres golpes. El primero fue cívico militar, la patronal local se implicó con la ayuda, entre otros, del Gobierno español de entonces, y Chávez terminó convenciendo a sus captores para que lo librasen. El segundo fue a la chilena, una huelga de meses en la petrolera nacional PDVSA, pulmón y corazón bombeador de la corrupción en el país. Chávez también resistió. Y el tercero fue el referéndum revocatorio. La oposición consiguió reunir un 20% de las firmas para convocar esta consulta a favor de la salida de Chávez. Y aunque el militar logró ganarlo por un 58%, el país quedó definitivamente polarizado.

Las constituciones de las democracias representativas ya cuentan con un mecanismo para echar a un presidente a mitad de mandato, se trata de una fórmula legitimada por la mayoría del Parlamento, que es la expresión de la soberanía popular y no la calle. Es la moción de censura. Si en las cámaras legislativas surgiese una nueva mayoría, distinta a la de las elecciones, bien por el malhacer del Gobierno o por otras circunstancias, los diputados podrían forzar la dimisión del presidente. En el caso español, esta opción está reforzada para garantizar la gobernabilidad del país, de tal modo que quien presente la moción de censura se convierte en candidato contra el presidente, y uno sucede al otro. Ello evita vacíos de poder y blinda a los parlamentos de acciones irresponsables. La democracia representativa española necesita ajustes, pero la democracia directa es menos legítima, más débil ante corrientes fugaces y posturas de fuerza, es el caldo de cultivo de los caudillos.

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