Yo era apenas una adolescente que por aquel entonces vivía los veranos a tope sin demasiadas preocupaciones. Pero aquellos días de julio de 1997 supusieron un antes y un después a la diversión veraniega que me dejó un recuerdo imborrable y marcó a toda una generación.

Nadie quedó impasible ante las agónicas 48 horas que todos vivimos como una macabra cuenta atrás hasta que se confirmó la muerte de un joven concejal de Ermua a manos de los asesinos de esa banda terrorista a la que tanto teníamos por aquel entonces. Pero aquello fue demasiado. Su secuestro y posterior asesinato, todo ello contado casi minuto a minuto, fue un golpe bajo para el que nadie estaba preparado.

Todos rezamos por Miguel Ángel Blanco, todos pedimos su liberación, todos confiamos en que finalmente no fueran capaces de ser tan despiadados y matar a un inocente de una forma tan cruel a los ojos de todo un país. Pero lo fueron y entonces el llamado sentimiento de Ermua lo inundó todo, y la forma en la que a partir de ese momento comenzamos a ver a la banda terrorista ETA cambió para siempre.

Nada justificaba aquel hecho. Desgraciadamente, Miguel Ángel Blanco no había sido la única víctima de esos desalmados. Muchos antes que él, e incluso después, murieron a manos de estos asesinos que durante décadas han mantenido el miedo en España. Pero la muerte de aquel concejal marcó, sin duda, un antes y después le pese a quién le pese.

Da igual que fuera del PP. Eso sinceramente era lo de menos. Lo que nos impactó a todos es que los terroristas tuvieran la sangre fría de desafiar a todo un país casi en vivo y zanjar el asunto con un frío disparo a bocajarro.

Por eso, que ahora a estas alturas haya quien considere que los actos de homenaje a aquel joven concejal por el vigésimo aniversario de su muerte no represente al resto de la víctimas del terrorismo por estar politizados, me parece cuando menos de poca clase y falta de respeto. Lo triste es que en este país tengamos que estar todavía a la gresca por cuestiones políticas en un tema en el que todos deberíamos a estar a una.

Ya es hora de que cerremos heridas, de que dejemos a un lado las malditas siglas políticas de unos y otros y de que seamos capaces de perder el tiempo y la energía en lo importante.

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