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José Asenjo

A la sombra de los recuerdos

EL pasado martes, el salón del Ateneo se llenó para asistir a la presentación del libro A la sombra de los recuerdos, de Manuel Ruiz Benítez. En estas memorias de un perchelero su autor nos narra el apasionante recorrido de una vida que ha transitado, sin ceder en sus ideales, de la militancia comunista en la clandestinidad a contribuir profesionalmente en una aventura empresarial de la que surgió el mayor grupo empresarial de la provincia. Se trata de una autobiografía que, huyendo de toda vanidad, el autor convierte en vehículo para rescatar del olvido al puñado de militantes comunistas que, como él, mantuvieron un desigual combate contra la dictadura. En otros países a los que lucharon contra el fascismo se les recuerda como héroes de la resistencia, aquí, llegada la transición, se convirtieron en un testimonio molesto que desentonaba con el espíritu de reconciliación y concordia que se apoderó de aquel periodo histórico. Ahora, uno de ellos ha sentido la necesidad de recuperar su pasado para recordarnos la miseria moral de aquella España. Aunque de las sombras de sus recuerdos también se desliza la ternura y la nostalgia, cuando nos habla de los suyos y del Perchel de su infancia, y nos describe con cariño y minuciosidad el paisaje físico y humano de una Málaga que ya sólo existe en el recuerdo.

Historias como las de este libro se murmuraban con miedo en el siniestro silencio de la dictadura para desvelarnos, siendo aún muy jóvenes, que bajo la superficie de lo que Mayor Oreja ha descrito como la mansedumbre del franquismo, se ocultaba la siniestra realidad del sadismo de la brutal policía política y la iniquidad de jueces venales. Como cuenta Paco Guti en su prólogo, ejemplos como el de Manolo ayudaron a la formación de la conciencia política e influyó en la forma de ver el mundo de muchos de nosotros.

Por ello, ese trozo de memoria histórica, ese bocado de verdad, que nos narra en sus libro Manolo Ruiz es, además de una justa reivindicación de la militancia antifranquista, un soplo de aire puro de coherencia ética y política, que nos llega del pasado. No importa que la utopía que les empujó a la lucha forme parte hoy de los restos de la historia, lo importante es la ejemplaridad del coraje cívico de sus actos y la honestidad de su ejemplo. Hoy más que nunca, cuando es perceptible que la democracia pierde vigor, necesitamos su legado de fortaleza moral e ideológica, de pasión por la libertad. Y es que hemos llegado a aceptar con preocupante normalidad, con peligroso relativismo, la falta de congruencia entre el discurso y el ejercicio de la política. También porque toleramos con irresponsabilidad que la práctica de los peores vicios de la democracia sea hoy más la norma que la excepción. Por todo ello, no deberíamos echar en saco roto el recuerdo de los que, cuando más difícil era, mantuvieron con ejemplar dignidad cívica la coherencia entre sus ideales y la práctica de su militancia política.

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