La ilusión cabalga de noche. Es el comienzo de enero y los sueños infantiles tienen una viva presencia en el corazón. Por los caminos del cielo tres figuras eternas se acercan a los hogares y a los ojos vivos de los pequeños que esperan su fantástica aparición. Allá a lo lejos queda Bet Sahur, junto a Belén, donde los pastores guardaron en sus cuevas a las ovejas y se fueron a un portal sencillo en el que una estrella marcaba el lugar donde nos había nacido un Redentor. Ahora, aquí todo se envuelve en una visión que nunca fue olvido en nuestros ojos. Una caravana de camellos cruza el desierto. Un desfile de emociones se detienen en nuestro corazón. Son ellos. Les llamamos reyes porque son sabios, santos y generosos. Los tres acuden guiados por una luz nueva, distinta, especial. Una luz que camina por el firmamento para llevarnos hasta donde el milagro más grande de la humanidad había sucedido.

Cada vez que llega el año nuevo y el sonido de las campanadas de medianoche se va perdiendo en el aire, aparecen ángeles de paz derramando a manos llenas ilusiones para los niños que también inundan el alma de los mayores. Se apaga el día 5 de enero. Ya el cielo ha echado el telón oscuro de su luz para que la oscuridad de la noche se vista de leyendas, de fantasía y de amor. Ya la fecha del día 6 es una realidad y sobre los sueños plácidos de los niños una estela con sabor de inocencia hace que los corazones palpiten más deprisa. Con los párpados entornados los pequeños repasaron sus últimas peticiones escritas en una carta que volará para siempre en el recuerdo. Ya todo es silencio. Fuera, el frío de la estación invernal pone un punto de sentimiento en el ambiente. Es la noche mágica en que todo se va a convertir en realidad cuando los rayos del nuevo día despierten la alegría de unas mentes impacientes por comprobar lo que habían soñado. Muy cerca un pequeño nacimiento, en el rincón del hogar, asiste al juego de la historia nacida en los corazones de los niños.

Comienza a salir el sol, los pequeños se levantan de sus camas y con los ojos húmedos de lágrimas entre alegría e incredulidad, contemplan que todo lo soñado es ya una realidad. Había terminado la noche más esperada para ellos. Una noche que aunque la vida les proporcione muchos años, nunca olvidarán. El misterio se hizo real en nuestras tradiciones, como esa de poner nieve de algodón en nuestros belenes, cuando la nieve nunca cayó en Belén en estas fechas.

Envío: a José María y Paula, mis dos nietos más pequeños.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios