Sin tasas ni sucesiones

Tras idas y venidas con el impuesto de sucesiones, se empieza a recomponer el panorama impositivo andaluz

Cuando a principios de los 80 el economista Arthur Laffer describió, mediante su famosa curva, como una posible disminución de los impuestos podía provocar el incremento de la recaudación, muchos pusieron el grito en el cielo. Sin embargo se aplicó y funcionó, debido entre otras cosas a un hecho bastante simple en matemáticas que nos indica que, si con impuestos al 0% no se recauda y con impuestos al 100% tampoco, dada la continuidad de la función hay un punto intermedio donde se alcanza la recaudación máxima. Por ello las estrategias de disminuir o aumentar las tasas no deben relacionarse tanto con izquierdas o derechas como con gobiernos mejor preparados para buscar ese punto óptimo. De ahí que las actuaciones desarrolladas esta semana en Andalucía para anular el impuesto de sucesiones por debajo del millón de euros y quitar las tasas universitarias, cuando se aprueba en el primer año una asignatura, deben ser vistas dentro de estas decisiones inteligentes a adoptar por los gobiernos.

Tras muchas idas y venidas con el impuesto de sucesiones, y después de tantas diatribas políticas sobre "ricos" y "tiesos", parece que ahora los expertos empiezan a recomponer el panorama impositivo andaluz. Ser la segunda comunidad de España, tras Cataluña, con más impuestos propios y cuya recaudación apenas llega al 2% del total la convertía en una administración ineficiente. Por ello este paso dado, y en este momento tan oportuno, puede incrementar la confianza de muchos ciudadanos, andaluces o no, para dirigir sus inversiones e industrias hacia nuestra tierra. Si fuéramos capaces de aplicar en paralelo una política industrial moderna y competitiva entonces la creación de empleo, el crecimiento económico y el incremento de oportunidades podrían llegar de la mano.

Por otra parte la gratuidad de las enseñanzas universitarias para los que aprueben es un aliciente original y muy interesante. Esta medida, que antes solo se contemplaba para el que sacaba matrícula de honor, puede ser equivalente al coste de las becas pero permite abrir oportunidades a nuevos estudiantes en una sociedad más equitativa. Premiar el estudio y el esfuerzo, de forma ajena a los recursos económicos de las familias, es premiar al estudiante en si, a su trabajo y a su dedicación y eso es, sin duda, una apuesta importante por la universidad, por el conocimiento y por el desarrollo de nuestra sociedad.

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