Cambio de sentido

La tercera España

La tercera España es heterodoxa, abierta y mestiza, dura de etiquetar y más aún de polarizar

Siento angustia -me dice al teléfono-. He tenido mala noche, y hoy no es un buen día". Domingo por la mañana. Una amiga de Madrid me cuenta que no ha podido dormir porque unos fascistas (¿se dice así?), quizá recordando que el 1 de octubre era antes el Día del Caudillo, habían pasado toda la noche vociferando el Cara al sol bajo su balcón. Enciendo la radio. Me sabe a tiros. La apago. De forma inusual, decido no abrir ni periódicos, ni redes, por ahorrarme la ponzoña. Por Whatsapp, me llega el chiste de un andaluz que en un túnel le da un guantazo a un catalán. Me hace la misma gracia que si fuera aquell que diu que un catalán guantea a un andaluz. Recibo más mensajes, esta vez en mi grupo de la Universidad de la Mística, donde impartí hace poco unas clases. Una monja del grupo -ya saben, la típica radical-, enviaba un vídeo de una carga y un mensaje: "Así están actuando en un colegio cercano". Cómo no indignarse. 893 de nuestros -de momento- compatriotas están heridos por la somanta de proporcionalidad que ha repartido la Policía. "Sigamos pidiendo por la paz y la libertad", decía en el chat; "No sólo es cuestión de pedir sino de trabajar por ellas", añadía otra compañera.

Frente a las dos Españas que aún perduran, hay una tercera. Me lo recordaba ayer la amiga, con fe exiliada y siempre en resistencia. La tercera España no suele liarse en banderas -quizá por eso no se la ve-, ni grita consignas -por eso no se la oye-. Es heterodoxa, abierta, solidaria y mestiza, dura de etiquetar y más aún de polarizar. Las gentes de la tercera España entienden poco de equidistancias y mucho de matices. Su falta de pragmatismo es histórica. De adscribirse al poder, lo hacen con el culo torcido. Así lo aprendieron de Unamuno (¡ay, don Miguel!) que no calló y cayó en el 36, o de Arturo Soria y Espinosa, que el mismo 14 de abril del 31 empezó a discrepar con la mayoría de los políticos con los que aparecía en la foto. Comprometidos con su siglo y su sociedad, desdeñan el oportunismo de todos los nacionalismos ilustrados, que ponen huevos en la herida y desde arriba hacen chocar abajo los popularismos. Entienden que ni la unidad ni la independencia se consigue, como suele decirse, "por el artículo 33". Dan ejemplo de lucha y de civismo. Son en sí, sin necesidad de ser contra otro. Yo, que como Félix Grande, "no he llamado patria más que a ti y al lenguaje", a quienes así son, sean de donde sean, los llamo -os llamo- compatriotas.

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