La tierra prometida

Pongamos sobre la mesa nuevamente toda la infraestructura que se planteó con los refugiados

Mi hermano estaba en la peor barca y más peligrosa. Gran dolor era el mío, y mayor porque lo traje contra su voluntad; porque, por mi dicha, poco me han aprovechado veinte años de servicio que yo he servido con tantos trabajos y peligros, que hoy día no tengo en mi tierra una teja; si quiero comer o dormir no tengo, salvo al mesón o taberna, y las más de las veces falta para pagar el escote. Otra lástima me arrancaba el corazón por las espaldas, y era recordar a mi hijo, que yo dejé en mi país tan huérfano y desposesionado de mi honra y hacienda". Este triste y desgarrador texto de la carta de Cristóbal Colón, en su cuarto viaje a América, muestra el lado más cruel de todos los que se lanzan al mar buscando una nueva vida.

Hoy son muchos los que llegan a nuestras costas siguiendo esa estela de un futuro menos incierto. La gran mayoría de ellos buscan esa paz y quietud que difícilmente obtienen en su entorno donde, entre guerras, hambrunas y enfermedades, se hace imposible encontrar oportunidades. Probablemente vengan con lo puesto, pero han sido capaces de enfrentarse en el camino a grandes caminatas, mafias y desasosiego, a cruzar países y fronteras arriesgando su vida, y eso merece nuestra atención, acogida y ayuda.

Si esta realidad la unimos a los años que llevamos esperando a unos refugiados, que parecen no llegar a España, sorprende que ante una leve avalancha el único lugar que ofrezcamos como estancia sea la cárcel de Archidona. Son muchas las organizaciones e instituciones que ofrecieron en el pasado residencias, albergues, colegios y servicios y ahora ha llegado el momento esperado. Es importante hacerle nuevamente esta oferta a un gobierno que parece destinado a equivocarse cada vez que levanta cabeza. Cabría recordar al propio Ministerio de Interior que tanto Málaga como cualquier otra provincia española dispone de lugares adecuados para destinar a personas de una forma algo más digna. Especialmente si tenemos en consideración que durante el invierno, donde nuestra capacidad de acogida como país turístico por excelencia está infrautilizada, el número de posibles ubicaciones aumenta. Por tanto, saquemos de su ceguera a nuestros gobernantes y pongamos sobre la mesa nuevamente toda la infraestructura que se planteó con los refugiados, porque solo poniendo soluciones resolveremos la situación de estas personas, que son ahora los realmente importantes.

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