Mar de fondo

julián Molina

Al turismo, tropezones

NUESTROS políticos, a fuerza de disfrutar retozando en la porquería, han acabado pensando que nosotros también nos deleitamos con lo mismo. Un verano más, y van todos, disfrutaremos de los más exquisitos y distinguidos baños de mierda en las playas de Málaga. El indescriptible placer de zambullirte gozoso en aquello que tus convecinos no pudieron ni quisieron retener para sí. Un disfrute para los sentidos. La guinda perfecta para la que aspira a ser la tercera capital de España, Europa, el mundo o la galaxia, según tenga el día de tonto el alcalde. La fabulosa sensación de salir del Pompidou, o el CAC, o el Picasso, henchido de arte y belleza y darte un estupendo baño en una cloaca pestífera, como gran colofón a una deliciosa jornada cultural. Y contarlo a la vuelta. "La colección del Pompidou es fabulosa, pero nada como las boñigas que flotan gráciles, hermosas y rollizas en la playa de La Malagueta. No encontrará usted eso en Mikonos, ni en el Caribe, ni en Barcelona, ni en ninguna otra parte del mundo". Si hay algo en lo que nadie podrá discutir el absoluto liderazgo de Málaga es en la cantidad y calidad del detritus que flota en sus aguas. Ahí no tenemos parangón. Ni lo tendremos. Porque por mucho que pasen los años, los gobernantes, las crisis, los nuevos y los viejos, nunca nos harán el saneamiento integral y, por supuesto, nunca la gente dejará de cagar. Un modelo perfectamente ecológico y sostenible, combinar los mejores restaurantes, la mejor gastronomía, una oferta cultural inigualable, una fabuloso aeropuerto, una línea de AVE, un clima prodigioso y unos vecinos intestinalmente inagotables.

¿Y se hace algo, un verano más? No. Gastamos una pasta en museos, en promocionar la ciudad, en modernizar la oferta turística y en darnos pisto por las ferias, pero seguimos recibiendo al turista con un delicioso, cálido y espumoso baño de excrementos. Año tras año. Llegan nuevos partidos y nuevas caras a los ayuntamientos y a la Junta, pero nadie habla siquiera de ello. Quizá por gustar también de retozar en la inmundicia, o quizá por reivindicar, como Quevedo, que el culo es la parte más favorecida del cuerpo: "pueden los ojos dejar de hacer su oficio y vivir el hombre, mas cesando seis o siete días de ejercer el del trasero, no hay sino reventar". Disfruten del baño.

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