El acento

Juan Carlos López Eisman

Los valores de Occidente

LA verdad es que desde aquel famoso apotegma del Premio Nobel Rudyard Kipling, "el Oriente es el Oriente, el Occidente es el Occidente, y no se encontrarán jamás" hasta el dislate y desatino de ir a hacer la guerra en Irak para imponerle a aquel país la democracia, han pasado bastantes años y, sobre todo, muchas cosas. Quizá la más significativa es el viraje que ha hecho la historia pasando de un período en el que las potencias occidentales dominaban el mundo de manera pública y hasta oficialista hasta un momento en el que miles de millones de personas, unos de una manera y otros de otra, no solo demonizan a quienes les sometieron y redujeron sino que han convertido en santo y seña de lo más abominable lo que llaman "los valores de Occidente". Resulta muy revelador que un grupo de los más violentos se denomine precisamente: "La educación occidental es pecado" (Boko Haram), cuyo poder se extiende por el noroeste de Nigeria y territorios colindantes. Mientras, en China y en Rusia, por ejemplo, las autoridades han puesto en jaque estos "valores de Occidente", bien prohibiendo que se extiendan por las universidades, bien justificando así la guerra de Ucrania y la presión a otros países de su entorno. Dice Huntington, un especialista que adquirió fama mundial con un libro (El choque de civilizaciones) que en el siglo XX terminó la expansión de Occidente y comenzó la rebelión contra Occidente.

Pero esta explicación ideológica sobre la historia, que por su simplicidad y por los elementos irracionales que arrastra resulta fácil de entender y de aceptar, tiene tanta escasa consistencia teórica como peligro de fácil utilización para ganar conciencias. "Basado en viejas enseñanzas, tradiciones inventadas, ideales de pureza ficticios y nuevas técnicas de comunicación y de organización" (Ulrich Beck) y dicho así, con esa rusticidad y falta de precisión, "valores de Occidente", se está convirtiendo en una excusa histórica para justificar dos bandos y la confrontación. Que es a fin de cuentas un procedimiento doctrinario muy rentable, política y económicamente, para luchar por el poder o para mantenerlo.

Lo peor de todo esto es que, como siempre ocurre en la historia, si uno tiene la suerte y la habilidad de encontrar un estupendo y fértil eslogan para mentes irreflexivas y vísceras a flor de piel puede montar una guerra al volver la esquina. Y esto es ya más que grave.

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