La cornucopia

Gonzalo Figueroa

¡Que venga el inspector Clouseau!

LAS penurias que sufre el Partido Popular despiertan en mí enorme compasión y un franco deseo de que alguien con autoridad ponga orden en ese desbarajuste. Indudablemente, el asunto que provoca más revuelo es el de los chapuceros espías madrileños que vigilaban a los altos cargos y no precisamente del partido socialista, sino que del propio equipo opositor. No voy a reproducir aquí estos escándalos, ya que la prensa diaria está informando cumplidamente al respecto, pero sí advertir del desprestigio que para sus dirigentes trae consigo ese burdamente indecoroso comportamiento, destinado, supongo, a detectar irregularidades cometidas por correligionarios competidores y así urdir bulos que permitan suprimirlos del paisaje político.

Ante este desaguisado, el líder Rajoy recomienda unidad y "grandeza", evitando divisiones internas, lo que no parece haber calado muy hondo entre los infractores de estos principios que, por lo que veo, siguen en lo suyo. No obstante, el propio dirigente máximo se encarga de llevar la oposición a Zapatero a extremos inexplicables. La encarnizada lucha que, con su claro apoyo, mantienen abierta las Autonomías gobernadas por el PP contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que ha alentado a ciertos padres de familia para sostenerla, no parece en absoluto razonable. La materia -lo ha dicho ya el Tribunal Supremo- no viola la Constitución ni los principios que la informan. Pero el PP sigue respaldando esas acciones contra toda lógica.

Asimismo, es inexplicable el respaldo que el PP ha dado a los jueces en sus reivindicaciones, incluyendo una huelga claramente ilegal, que supone un retroceso del Estado de Derecho que debe primar en una democracia. Un movimiento que, hasta para el conflictivo nacionalismo vasco resulta "extravagante" y que a la combativa ERC catalana le parece una "algarada", jamás debió incorporarse a las exigencias de un partido conservador, al tomar en solfa los seculares dogmas sobre los que se asientan los poderes del Estado.

Pienso que el PP, cuando su oposición al Gobierno viole la ética política, debería hacer como el gadita-romano que en el siglo I antes de Cristo criticó al cónsul Lucio Cornelio Balbo, escribiendo con cincel en el reverso de la piedra del Teatro donde éste se sentaba, "Eh, Balbo, ladrón". Después de 21 siglos, con la oferta que hay de pegatinas, podrían colocar una semejante, reemplazando "Balbo" por "Zapatero", debajo de su asiento en el Congreso. Sería un desahogo saludable y sin graves consecuencias.

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