La tribuna

José Perez Palmis

¡Qué verano, ozú!

DESDE que el PP huele sillón, está de bullanguero como nunca. Ni los cuarenta o cuarenta y dos grados ni el reconocimiento a los españoles de dejarlos tranquilos por la playa, huyendo de los soporíferos discursos de unos y otros, le han detenido en sus continuas manifestaciones contra esto y aquello y sus proclamas de poseer el ungüento maravilloso, el curalotodo: una pasada suave y los males sociales desaparecerán en un santiamén. Preparando la cura, Rajoy sigue con su frase favorita de exigirle a Zapatero que dé la cara. Recuerda mucho su actitud a la del cómico argentino Luis Sandrini cuando para pegarse con uno echaba a un tercero por delante para que lo hiciera en su nombre. Escasa agudeza recorre el panorama de la política. Otro, en el lugar de Zapatero, le cogería la palabra y dando la cara, empezaría a hablar del Gürtel, a explicarles a los oyentes que por sus dimensiones están ensanchando el cauce del Turia como la única manera de aguantar sin inundaciones la riada gürteliana. La verdad, la comunidad valenciana está que se sale. Orihuela, una bonita ciudad, vivió el sobresalto de quince o veinte peperos encausados de una sola tacada. Castellón es otra de las leyendas sordas con Fabra a la cabeza. Y Rajoy acudiendo a Zapatero para que enseñe la faz cuando tiene su aljibe a rebosar y le sale el agua por todos los canales. Acabará por decirle al jefe del Gobierno que haga lo que él dice pero no lo que hace. Produce el gran jefe de la oposición la impresión de hallarse inmerso en una sequía de ideas, estreñido, encogido. Y no es para tanto. El tiempo corre más que Fernando Alonso y dentro de nada las elecciones asomarán por la esquina. Mostrarse impaciente y a sartenazos sin tino contra los sociatas y sus líderes provoca cansancio y acaba por darles la razón a quienes piensan que su permanencia al frente del PP brinda nuevas oportunidades de triunfo a los socialistas. Paciencia, don Mariano, lave con buen detergente sus filas, póngalas a secar y luego plánchelas con mucho cuidado. No pasa nada si limpia la casa antes de pedírselo a los demás.

Quizás las altas temperaturas calienten demasiado los entendimientos. Los mismos médicos aconsejan huir de las horas de mayor calor y quien no lo haga, expuesto queda a coger una pájara como la del parlamentario regional del PP, Juan Soler, sobre la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, y su acento andaluz. Por lo visto, el hombre estuvo expuesto al sol más de la cuenta y vino a pagarlo con la inmensa Trinidad. A sus peculiares rasgos fonéticos y melódicos, puramente andaluces, graciosos y ricos, el charro Juan no le dio el visto bueno para su posible candidatura a la presidencia de Madrid, que todo lo más, decía, vendrían bien a Vélez-Málaga o Dos Hermanas. Después salió con el cuento de siempre: lo dije sin querer, perdón. Y Rajoy disimulando, sin cogerlo de la solapa y decirle eso quisieras tú, poseer el gracejo y salero de los andaluces. Menos mal que tampoco le ha pedido a Zapatero esta vez que salga a dar explicaciones, ya es un adelanto. Pero se les ha visto el plumero. Nuestra Trinidad puede hacerles pupa, es una buena candidata.

Los calentones veraniegos son insondables. De avión en avión seguía la actualidad informativa y en uno de esos vuelos lejanos todavía alcancé a leer la intervención del superstar Josemari Aznar ante la asamblea general del Congreso Judío Mundial, celebrada en Jerusalén. Y escribo lo de superstar porque de sus palabras era muy fácil deducir que el mundo se le ha quedado pequeño. La que le lió a Obama, el presidente USA. Quizás por no haberle dejado poner los zapatos sobre la mesa de su despacho oval o por no haberle pedido permiso para la estancia de su mujer, Michelle, en Marbella, le dirigió anatemas de grueso calibre. Con aires mesiánicos le reprochó la búsqueda de una nueva relación con el mundo musulmán al precio de debilitar las relaciones con Israel; y no dejando títere con cabeza, le lanzó el golpe de haber puesto en movimiento fuerzas que, si no son corregidas, podrían causarnos grandes problemas a todos. Qué espanto, qué espectáculo el de amonestar la superfigura del PP a Barack Obama. No, no se le bajan a Josémari Aznar los aires escurialenses.

También hizo sus pinitos en el asunto fronterizo con Melilla. Nadie le preguntó si llevaba el pañuelo mágico, el que le dejó al rey marroquí en cierta ocasión para enjugarse las lágrimas de dolor al recordar a su padre. Le he preguntado a varios expertos sobre el resultado del viaje a Melilla de los próceres peperos y me contestan que por su particular enredadera dialéctica, no ha quedado nada claro si debemos conquistar Marruecos o Marruecos a nosotros, o comernos todos juntos un sabroso cuscús seguido de una suculenta pastela. En cualquiera de los casos, la armonía de los dos países reina de nuevo merced a las conversaciones cordiales de los ministros de ambos lados. A los mirones no les quedó sitio.

Empieza el curso y por aquí, por Málaga, ya andan a la greña las fuerzas políticas. Han salido de las vacaciones muy puestas y algunos como el joven concejal Bendodo no echa el freno y llama marqués a Griñán. Le convendría darle un repaso a Agudeza y arte de ingenio, de Baltasar Gracián, y mejorar su inventiva.

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