El vigilante Cohen

Nuestra legislación no sabe qué hacer con los menores de 14 años que se comportan como pequeños psicópatas

En su novela Las partículas elementales, el francés Michel Houellebecq cuenta la historia de un internado en el que un grupo de gamberros, dirigidos por un pequeño psicópata llamado Brasseur, aterroriza a los alumnos más débiles con travesuras tan divertidas como hacerles tragar la escobilla del váter. Por suerte, hay en el internado un vigilante -de nombre Cohen- que se ha empeñado en proteger a los que no puedan defenderse. Pero cuando el vigilante está a punto de expulsar a Brasseur y a su pandilla, el Ministerio lanza unas nuevas directrices, inspiradas por el espíritu de mayo del 68, que limitan la autoridad de los educadores. Y para evitar los abusos de autoridad, el Ministerio de Educación promueve una de esas ideas portentosas que tanto gustan a los pedagogos modernos: la autodisciplina entre los alumnos. Como resultado, el vigilante Cohen se queda sin medios, así que el pequeño psicópata Brasseur vuelve a imponer su ley en el internado.

Houellebecq se pasó su adolescencia en un internado, a comienzos de los años 70, de modo que es muy posible que esos hechos sucedieran tal como los cuenta, a pesar de que Houellebecq es un autor muy dado a fantasear con su propia vida. En cualquier caso, todo el mundo sabe que los psicópatas como Brasseur existen en todas partes, igual que los vigilantes como Cohen, aunque éstos suelen tener las manos atadas a la hora de defender a los alumnos más vulnerables. De hecho, lo que pasó hace poco en un colegio de la Sierra de Cazorla, cuando un grupo de menores violó (supuestamente) a un niño de nueve años, pone de manifiesto que los Brasseur siguen en activo. El problema es que nuestra legislación no sabe qué hacer con estos niños que se comportan como pequeños psicópatas. Y hoy por hoy, todo lo relacionado con los menores inimputables (por tener menos de 14 años) se ha quedado en un limbo bienintencionado en el que el Estado parece reconocer que no tiene ni idea de lo que debe hacer.

¿Es justo que ni siquiera los padres o los tutores de estos menores sean considerados responsables indirectos? ¿Es justo que ni siquiera se les pueda someter a un programa de reeducación? ¿Es justo que se queden tan panchos en su casa? Por lo visto, sí. Y los pequeños Brasseur le vuelven a ganar la batalla, otra vez, al pobre vigilante Cohen que quería defender a los alumnos más débiles.

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