Calle larios

Pablo Bujalance

Y en eso volvió Fidel

MÁLAGA se derrite al sol y en el mundo no queda lugar para los nostálgicos. Fidel Castro ha regresado con motivo de su 84 cumpleaños, anciano pero recuperado de sus problemas de salud, para advertir a Barack Obama que no la emprenda con Irán, vaya a ser que estalle una guerra nuclear y se vaya todo al garete. Mientras, en los cines, Sylvester Stallone regresa con una película sobre una cuadrilla de forzudos que derroca a un dictador latinoamericano. Por si acaso, Corea del Norte no ha terminado de decir todo lo que tenía en reserva sobre la potestad de sus aguas y su poderío armamentístico (el teléfono rojo les cabe en la guantera), y Venezuela y Colombia salen tan amigos en la foto sin decir una palabra sobre las prometidas bases estadounidenses en la frontera. Marruecos vuelve a tirar dardos a Ceuta y Melilla, y en la central ucraniana de Chernobil andan con la mosca tras la oreja por los incendios. Es fantástico: salvando los recientes éxitos deportivos, uno podría revisar cualquier periódico de cabo a rabo y mantener la ilusión de que vive en los 80. De puertas adentro, el regreso de los jeques y el repunte de Marbella vía Michelle Obama (¿tuvo algo que ver la reaparición de Fidel Castro en el asueto costasoleño de la primera dama, ahí os quedáis en la Casa Blanca que yo me voy a donde me aplaudan, si los rusos no se deciden igual son los coreanos los que arriman los misiles hasta Guantánamo y allí llegará menos ruido?) ya nos han puesto en situación. En fin, la actualidad parece dar la razón a Nietzsche en su idea del eterno retorno, salvo un detalle: el autor de El Anticristo convirtió este argumento en un imperativo ético; vino a decir, más o menos, "actúa como si supieras que cada cosa que hagas estuviera predestinada a repetirse para siempre". Lo que se repite en esta década es, sobre todo, la amenaza; cuanto menos la amenaza de que, en algún momento, volveremos a cometer los mismos errores que por tan alto precio fueron subsanados. Menos mal que la Feria nos hará sentir vergüenza por otros motivos. ¿No?

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