Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

El puchero

Teresa Santos

La vuelta al campo

AÚN hay que llegar al infierno para poder salir de él". La frase es de uno de esos comentaristas que tanto gustan de recrearse en el momento económico por el que estamos pasando y que parecen trabajar a comisión para quienes quieren acabar con lo que queda de bienestar social en la vieja Europa. Es como si tuvieran claro que el pesimismo ambiental puede producir suficiente dosis de docilidad como para aceptarlo casi todo. Y conviene no olvidar la historia para tener claro que esto puede volver a ocurrir.

Si ahora estamos pagando las consecuencias de las directrices económicas que se marcaron hace 30 años y que en principio parecía que conducían a un sinfín de periodos de bonanza económica, a saber qué precio pagarán las generaciones futuras como consecuencia de las decisiones que ahora mismo se están adoptando.

¿Cómo vamos a ganar en competitividad si seguimos insistiendo en deslocalizar nuestra producción? Si en otro tiempo acabamos con nuestro sector textil ahora ponemos en riesgo al sector agrícola. Al campo malagueño han vuelto muchos obreros de la construcción que tenían su parcelita como segunda actividad y a los que ahora la necesidad ha obligado a convertir en su único trabajo y fuente de ingresos. Otros muchos han vuelto como jornaleros durante la recogida de las cosechas. Vuelven en un momento difícil con los precios de los productos tirados por los suelos debido a la progresiva liberalización de los intercambios comerciales con terceros países como Marruecos, a los fallos del sistema de control aduanero que parecen haberse convertido en coladeros de frutas y hortalizas que entran por debajo del precio fijado con total impunidad, provocando mayor oferta que demanda y haciendo que año tras año en provincias como la nuestra se vaya reduciendo cada vez más la producción de tomates. Los precios caen tanto que apenas si queda margen para la supervivencia si no fuera por las ayudas europeas. Las ayudas también están en peligro a partir de 2014, pero lo que piden nuestros agricultores es que se controlen las toneladas de productos que entran de fuera para que no se incumplan los acuerdos, y que esta entrada no coincida con nuestras campañas hortofrutícolas. Mucho pedir para una Europa cortoplacista.

Ayer los agricultores de Asaja vinieron contentos de su entrevista con el ministro Arias Cañete. Aunque el protocolo del nuevo acuerdo con Marruecos se votará mañana en la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo, el ministro cree que donde hay que ganar la batalla es en el pleno de la Eurocámara el 15 de febrero.

Otra batalla es la que tienen las organizaciones agrarias con la comisión nacional de la competencia. A los agricultores no se les permite fijar un precio mínimo de sus productos, pero a nadie parece preocuparle lo que ocurre durante la comercialización y la distribución para que se multipliquen estos precios cuando llegan al consumidor. Si es que alguna vez esto cambia, los agricultores malagueños darán por bueno su viaje a Madrid.

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