El puchero

Teresa Santos

A vueltas con la ley de Costas

VAYA polémica la que se ha montado desde que el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, ha anunciado la intención del Gobierno de reformar la ley de Costas. La Junta de Andalucía, con competencias transferidas en la materia, ya ha dicho que no va a consentir una marcha atrás. El consejero andaluz de Medio Ambiente, José Juan Díaz Trillo, dice que no cree que ningún andaluz comparta que se quiera alicatar prácticamente el litoral de nuestra comunidad.

¿Qué litoral? Nuestra Costa del Sol lleva años alicatada, y los deslindes públicos del litoral han tenido que esperar lo suyo para estar terminados.

Los distintos gobiernos se han tomado con mucha calma la aplicación de la ley de Costas. Si la voluntad de la ley aprobada en julio del 98 era la conservación del litoral, quien realmente se lo creyó fue Cristina Narbona en su etapa como ministra, pero una ley sin dotación económica suficiente puede resultar casi más frustrante que no tenerla.

En una costa como la nuestra donde ya casi todo es ladrillo, lo que se puede concluir es que más importante que tener una ley es poder aplicarla.

Los informes que año a año ha ido elaborando Greenpeace sobre el litoral no dejan lugar a dudas. "Destrucción a toda costa"

Las distintas iniciativas por las que la ley ha tratado que modificarse a lo largo de los años indican que la presión de los intereses ajenos a lo público es muy fuerte, pero hay algo claro, la ley tiene que ajustarse a las indicaciones de Europa, al menos tiene que respetar los Lugares de Interés Comunitario, como por ejemplo, las desembocaduras de los ríos.

Los cambios no son tan sencillos de hacer, aunque lo que sí puede ser preocupante es que tras las palabras del ministro se esconda una visión economicista de los espacios de dominio público, o que aprovechando la crisis, se quiera insistir en el modelo del ladrillo en las escasas zonas no construidas que quedan en el litoral.

Si esto es así, estaremos ante una visión de poco calado que no se plantea la diversificación de nuestro modelo productivo y que insiste en volver a los errores del pasado.

El problema sin duda no son los chiringuitos, sino las enormes masas de ladrillo que recorren nuestras costas.

Elías Bendodo, presidente del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, quiere que los extranjeros europeos sigan comprando viviendas en nuestra costa como lugar de residencia de invierno.

Si compran las que están en venta estupendo, pero si lo que se propone es seguir llenando de ladrillo las pocas ventanas al mar que aún quedan abiertas, lo que nos cargamos es el futuro.

Nada más deprimente que esas numerosísimas urbanizaciones que se extienden a lo largo de la costa y que en invierno se convierten en pequeñas ciudades deshabitadas y sin vida.

Esperemos que ese no sea el modelo a seguir.

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