El preocupante deterioro de la imagen de España

El 'procés' no ha conseguido la independencia de Cataluña, pero sí erosionar la imagen de la España democrática

Aunque en estos momentos podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el procés y su intento de conseguir una Cataluña independiente ha sido un completo fracaso, también hemos de admitir que en el camino para lograr la derrota de los nacionalistas se han cometido (y se están cometiendo) errores de bulto que están dañando gravemente el prestigio de España en el exterior y, lo que es peor, entre nosotros mismos. Todo empezó el mismo día del referéndum ilegal del 1 de octubre, cuando facilitamos a los independentistas las imágenes de la Policía cargando contra colas que, en el relato que se ha impuesto, eran de pacíficos ciudadanos que sólo pretendían ejercer su derecho a decidir. Aunque los cuerpos de seguridad del Estado actuaron como debían, garantizando el cumplimiento de la ley -por la fuerza cuando no hubo más remedio-, tanto la habilidad en los medios y las redes sociales de los independentistas, como la absoluta pasividad del Gobierno, que apenas hizo esfuerzos para contrarrestar esta ofensiva en el extranjero, consiguieron que el día 1 de octubre quedase como la jornada en que el Estado español mostró su cara más oscura y represora.

Desde entonces se han cometido muchos errores, algunos de importancia, otros anecdóticos. Entre los primeros está la incomprensible censura de la obra Los presos políticos en la España Contemporánea, de Santiago Sierra, expuesta en el stand de Helga Alvear, en Arco. Aunque Ifema ha intentado rectificar a última hora, el chusco episodio ya ha sido hábilmente utilizado por los independentistas para lanzar a los catalanes y al mundo el mensaje de que España es un país atrasado y autoritario donde ni siquiera se respeta la libertad de expresión de un artista. Una obra como la de Sierra, que más allá de la provocación durante unos días se hubiese quedado en una simple anécdota o, como mucho, en una pieza de la colección de algún millonario y caprichoso, se ha elevado a símbolo. Peor no se podría haber hecho. Aparte está, claro, el evidente atentado contra la libertad de expresión de un ciudadano -que sea este o no artista es lo de menos- que tiene derecho a estar equivocado o a hacer el ridículo.

Como decíamos, los independentistas no han conseguido lograr su objetivo principal, pero sí erosionar una imagen de España construida durante cuarenta años de Democracia, luchando contra los prejuicios que aún perduran en muchos países. Es hora de que empecemos a tomarnos en serio este problema y reconstruir nuestra marca.

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