El segundo aviso en poco más de dos meses

La fragilidad de Málaga ante este tipo de episodios de lluvias torrenciales es evidente y las respuestas no pueden demorarse más

Una tromba de agua, la segunda en poco más de dos meses, puso ayer de manifiesto la fragilidad de Málaga ante los episodios de fuertes precipitaciones. Unas lluvias que los expertos llevan años advirtiendo que cada vez se repetirán con mayor asiduidad en esta parte del litoral Mediterráneo, en uno de los síntomas más evidentes de los efectos negativos del cambio climático. Unos 80 litros en poco más de una hora fueron suficientes para sembrar el caos en la capital, sobre todo en el centro y en la zona este de la urbe. Es cierto que estamos ante unas cantidades importantes y que no hay infraestructuras capaces de contener a la naturaleza cuando ésta se muestra con toda su furia. Pero también resulta incontestable que desde las inundaciones de 1989, cuando gracias a la declaración de zona catastrófica se invirtieron 48 millones de euros en reemplazar parte de la obsoleta red de saneamiento de la ciudad, poco se ha hecho para proteger a la urbe de estas inclemencias de la meteorología. Por eso suena a sarcasmo que el alcalde de Málaga asegurara ayer que el suceso le reafirma "en la necesidad de tener más capacidad de defensa en la ciudad frente a las inundaciones". Como si, una vez más, el Ayuntamiento que él dirige desde hace casi 17 años fuese un mero espectador al que no puede exigírsele responsabilidad alguna ante lo sucedido. Afortunadamente, la fortuna jugó un factor importante para que ahora no tengamos que lamentar daños personales. La nocturnidad de la tormenta evitó las posibles consecuencias, que a buen seguro podrían haberse registrado si el hundimiento de una calle en la barriada de Cerrado de Calderón se hubiera producido a otra hora con más tránsito. Incluso el saldo habría sido mucho más preocupante en la inundación del aparcamiento de la Plaza de la Marina, el estacionamiento con mayor rotación de vehículos de la ciudad. Y la rápida evacuación de los presentes evitó mayores males tras el desplome de buena parte del techado del balneario de los Baños del Carmen por el granizo. Otra cosa es el estado de la limpieza de los arroyos que se desbordaron en la zona este de la capital y el cruce de acusaciones entre las administraciones competentes al que ya ayer asistimos. Como expusimos hace dos meses, con ocasión de las lluvias torrenciales de diciembre, el problema de la fragilidad de Málaga ante estos fenómenos crónicos hay que afrontarlo con urgencia. No se debe depositar toda la responsabilidad en el Ayuntamiento, pero le corresponde liderar la respuesta con un plan y exigir colaboración. Confiar en que la siguiente tromba tardará años en repetirse y, con suerte, caerá otra vez de madrugada sería una temeridad.

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