No al terror... y a la manipulación independentista

Siendo grave la actitud de los radicales en la manifestación no lo es menos la de autoridades como Puigdemont o Colau

La de ayer en Barcelona tendría que haber sido una manifestación que, en primer lugar y por encima de cualquier otro objetivo, hubiera rendido homenaje a las víctimas de los atentados del 17-A en la capital catalana y en Cambrils. Al tiempo, habría mostrado su agradecimiento a todas las personas que de alguna u otra manera colaboraron desinteresadamente y ayudaron a heridos y afectados en aquellos eternos instantes de terror. El ulterior mensaje de unidad sin fisuras y de repudio del terrorismo se presupondría, vendría por añadidura, indiscutido, suscrito por todos. No fue así. El independentismo catalán, y con una premeditada virulencia sus grupúsculos más radicales y extremistas, boicoteó la manifestación y la manipuló para convertirla en una demostración de fuerza del secesionismo contra las dos máximas autoridades del Estado y lo que representan: el Rey y el presidente del Gobierno. Felipe VI y Mariano Rajoy fueron pitados, abucheados e insultados, y contra ellos volvió a lanzarse la acusación de que "vuestras políticas son nuestros muertos". Hasta de las 15 personas fallecidas en los ataques yihadistas -de varias nacionalidades- se apropian los independentistas con tal de esgrimir el victimismo como principal argumento para esa desconexión que tanto anhelan y vocean. Pero siendo grave el comportamiento de éstos, no lo es menos el de quienes a día de hoy -compartiendo órbita con la CUP y compañía- representan a las máximas instituciones catalanas. El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, reaccionó diciendo que no hay que magnificar ese recibimiento hostil al Monarca y al jefe del Ejecutivo, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lo redujo a "sanas discrepancias". El diagnóstico de la regidora no puede ser más erróneo y desafortunado, aunque previsible viniendo de quien viene: desde el primer momento ideó un parapeto para impedir que el Rey encabezara una manifestación -por primera vez en la historia- contra el terrorismo. El boicot venía desde lo más alto.

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