Tribuna

José Sánchez Luque

Foro Andaluz Diamantino García

Año nuevo, mirada nueva

La Iglesia ha sido demasiado comprensiva con los corruptos y los defraudadores y excesivamente dura con los homosexuales, los divorciados, etcétera

Año nuevo, mirada nueva Año nuevo, mirada nueva

Año nuevo, mirada nueva

Sin uda que el Papa Francisco está realizando una auténtica revolución en la Iglesia. Hay algunos sectores empeñados en frenarla, pero su reforma sigue adelante. Si queremos cambiar el rostro de la Iglesia es preciso cambiar su mirada, su forma de mirar y de escuchar al mundo. Y la mirada renovada no puede ser otra que la de Jesús, puesto que es a través de Jesús desde donde Dios mira y siente el mundo. Un Jesús que no mira desde cualquier sitio o desde un lugar neutro, como algunas veces se nos ha enseñado. Así aparece desgraciadamente en los mismos textos litúrgicos, incluso en los de la última edición del Misal Romano en castellano.

En dichos textos, Dios no se sitúa en el lugar del esclavo, en el lugar del pobre, a los pies de los demás, de abajo arriba y desde el margen, desde las periferias hacia el centro, desde la mujer oprimida. Da la impresión que en muchas de las oraciones del nuevo Misal Romano rezamos más al Dios de la filosofía griega que al Dios de Jesús. Es preocupante que algunas de las plegarias más hermosas y evangélicas que se habían introducido después del Vaticano II han sido suprimidas o corregidas (a peor) en el nuevo Misal que entrará en vigor de aquí a dos meses.

¡Nadie esperaba una involución tan alarmante después de cerca diez años de preparación! Y lo peor es que no han tenido en cuenta las orientaciones del Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio, en donde se nos anima a "recuperar la frescura original del Evangelio, a buscar nuevos caminos, nuevos lenguajes, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual". (EG. 11). Y nosotros seguimos con un misal cuyas oraciones -nos dicen los mejores expertos- están contaminadas con el lenguaje de las religiones paganas el siglo VII.

Necesitamos una mirada nueva, una mirada diferente a la que la Iglesia nos tiene acostumbrados: juzgadora, prepotente y controladora. Una mirada de arriba abajo y del centro hacia el margen. La Iglesia necesita recuperar la indignación de Jesús y su misericordia. Es necesario que nos indignemos frente a aquellos con los que Jesús se indignó: los ricos, los hipócritas y los orgullosos. Además, es preciso expresar su infinita misericordia con aquellos con los que Jesús se mostraba misericordioso. La Iglesia ha sido demasiado comprensiva con los corruptos y los defraudadores y excesivamente dura con los homosexuales, los divorciados, etc.

Frente a la hipocresía religiosa y frente a la religión de "los perfectos", la Iglesia debe presentase como una comunidad de personas que experimentan cotidianamente la misericordia de Dios y no como aquellos que se ven superiores a los demás. En realidad detrás de las discusiones sobre la admisión a la comunión de los divorciados o la inclusión de los homosexuales en el seno de la Iglesia, se visibiliza una lucha entre dos modos antagónicos e irreconciliables de entender la religión. Una Iglesia de los perfectos que mira por encima del hombro a los que considera que no lo son, frente a una Iglesia acogedora, como la de Jesús, que se reconoce llena de gente sencilla, cojos, mancos, recaudadores de impuestos, prostitutas, etc. Ya los perfectos de su época criticaban a Jesús por comer con publicanos y pecadores, y le llamaban comilón y borracho, según nos asegura el Evangelio. ¡Jesús con malas compañías!

Francisco nos anima a todos a huir de la "autorreferencialidad". Con esta palabra que no admite el ordenador, nos quiere decir que la Iglesia no puede hablar solo de si misma y cada vez más para si misma, con unos documentos que interesan a muy pocos. El papa nos estimula a que la palabra de la Iglesia debe dirigirse al pueblo, a sus sufrimientos. Debe reconocer con dolor a los miles de victimas que ella misma ha podido producir. Ella, que se constituyó sobre la sangre de los mártires, pasó a ser verdugo.

Confiamos que, en su necesaria renovación, la Iglesia esté cada vez más a la escucha del sufrimiento del mundo y en la lucha por eliminar sus causas. No olvidemos que la espiritualidad cristiana consiste en "la capacidad de reaccionar ante la realidad como lo hizo Jesús, hasta la cruz". En esto consiste ver y escuchar a Dios. Caminemos, al mismo tiempo, hacia una mayor horizontalidad y hacia una mayor desclericalización en línea con el Evangelio. ¡Buen programa para el año que estamos comenzando!

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