Tribuna

antonio montero alcaide

Inspector de Educación

Equidad y alumnado resiliente

Equidad y alumnado resiliente Equidad y alumnado resiliente

Equidad y alumnado resiliente

La resiliencia es una capacidad principalmente estimada cuando una situación adversa requiere la adaptación, primero, y la superación, después. Generalmente, las grandes desgracias, en su distinta naturaleza y condición, sumen en la adversidad y el desgarro, por lo que la resiliencia es una tabla de salvación a la que aferrarse para salir de tan infaustos trances. Sin embargo, tal capacidad también se aplica a situaciones donde la adversidad no es tan mayúscula, tan contundente en su manifestación o en el suceso que la provoca, sino que otros infortunios, como no contar con situaciones sociales y económicas favorecedoras, lleven a hablar de estudiantes resilientes.

El Programa Internacional de Evaluación PISA los define como "aquellos que proceden de entornos desfavorecidos y que, con todos los factores en contra, rinden a niveles altos en comparación con los estudiantes de su mismo nivel socioeconómico de todo el mundo". Apreciable es la controversia sobre los estudios de PISA, sobre todo cuando los malos resultados animan a los detractores, por no referir posicionamientos de otra naturaleza, pero algunas utilidades podrán obtenerse de este programa tan extendido en el tiempo y en el ámbito de aplicación. Máxime, si los resultados y conclusiones se aplican solo a lo que se mide o evalúa, sin generalizaciones; o si en el análisis se estiman distintos indicadores, situaciones y modelos educativos de los países participantes, que pueden explicar o ponderar en alguna medida los resultados.

Así, uno de los más reciente informes de PISA alude a los países que han mejorado su equidad educativa en la última década (de 2006 a 2105, considerada la aplicación de las pruebas de evaluación cada tres años). En definitiva, se trata de analizar en qué modo el nivel socioeconómico del alumnado permite explicar su rendimiento, dado que parece irremediable la persistencia de las desigualdades sociales en la educación: "el hecho de que los hijos de padres adinerados y con estudios superiores tiendan a obtener mejores resultados en la escuela que los niños de familias menos privilegiadas".

A efectos de medir el nivel socioeconómico y cultural, PISA considera un índice (ISEC) calculado a partir de las respuestas de los alumnos a distintas preguntas sobre el trabajo y el nivel de estudios de los padres o los recursos disponibles en el hogar. Por lo que se estiman como estudiantes socioeconómicamente favorecidos quienes se encuentran dentro del 25% de los estudiantes con valores más alto del ISEC. Y, en sentido contrario, alumnos con desventaja socioeconómica serán aquellos otros que figuren dentro del 25% con los valores más bajos. Claro está que la determinación de tal índice puede tener limitaciones, pero también que permite la consideración de un elemento de partida significativo para el análisis.

Importan, entonces, las conclusiones y algunas son especialmente relevantes. En primer término, el porcentaje de variación de los resultados en las pruebas que puede atribuirse al nivel socioeconómico de los estudiantes no es alto, pues se aproxima al 15%. De esta conclusión se obtiene otra destacada: distintos y variados aspectos de la organización y el funcionamiento de los centros tienen bastante más que ver con ello.

Por otra parte, la mejora de la equidad general, considerado el conjunto de los países participantes en PISA, es escasa: en 2006, el 14% de la variación de los resultados se explicaba a partir del ISEC, mientras que en 2015 solo baja un punto, 13%. Sin embargo, en algunos países, como Estados Unidos, Bulgaria, Chile o Tailandia, la variación disminuyó entre seis y siete puntos, con la consiguiente mejora de la equidad. Dado que se reduce el impacto del nivel socioeconómico del estudiante en sus logros escolares y, por esto mismo, se incrementa la probabilidad de que los estudiantes desfavorecidos alcancen un nivel alto del rendimiento. En el caso de España, la variación de resultados no disminuyó, sino que aumenta en tres puntos, con una diferencia que el estudio no considera estadísticamente significativa, sin que conlleve mejoras en términos de equidad del sistema educativo; si bien, los niveles de partida eran destacados.

Finalmente, otra conclusión del análisis es notoria: el logro de rendimientos altos por el alumnado no es incompatible con el incremento de la equidad en la educación. Dicho de modo más directo: procurar la equidad no conlleva "bajar los niveles" para establecer grados más alcanzables por todos. Se trata, en cambio, de atender los aspectos de la organización y el funcionamiento de los centros que explican la variación de los resultados y, asimismo, de definir políticas educativas que asignen recursos complementarios a los centros con mayor concentración de estudiantes desfavorecidos, además de políticas sociales que resulten tanto preventivas como compensadoras.

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