Tribuna

Antonio Narbona

Catedrático de Lengua Española Correspondiente de la RAE en Andalucía Miembro de la RASBL

'Fuera estudiao'

'Fuera estudiao' 'Fuera estudiao'

'Fuera estudiao'

P ORcasualidad, me topo en la calle Japón, nº 8, de Sevilla, con el "Despacho de vinos y viandas seleccionadas FUERA ESTUDIAO". Quien lo regenta me cuenta por qué lo bautizó así, no sin advertir: "Yo sé que está mal dicho". Destinado como policía a Algeciras con 28 años, no tardó en ir escalando puestos hasta pasar por delante de quienes, además de tener más edad, llevaban muchos años soñando con ascender. Ante las quejas de alguno, el superior espetó tajante: "¡FUERA ESTUDIAO!".

No le pregunté por qué no se había decantado por una transcripción más fiel a la pronunciación habitual: Fu[e]á ehtudiao. Y tampoco por qué no la había aplicado al resto del rótulo algo así como Dehpasho de vino[h] y vianda selesioná. Y no me quedó claro si la contundente respuesta del jefe de la Policía tenía como destinatario al interlocutor (fuera[s] estudia(d)o [tú]), a un tercero ausente ([que] fuera estudiao [él]) o a varios ([que] fuera[n] estudiao).

Lo que nos choca es ver escrito tal uso oral. Al auxiliar ser, y no a haber, se recurría en español antiguo para formar los tiempos compuestos de los verbos no transitivos (los discípulos eran ydos [´habían ido´] a la cibdat comprar que comiessen), como ocurre hasta hoy en francés (je suis allé) e italiano (Elena è andata/o), también lenguas románicas. No resulta sencillo explicar por qué se ha mantenido este único resto arcaico, y, además, con todo tipo de verbos: si no te fu(e)a(h) comío to(do) (e)l melón, no te fu(e)a entra(d)o diarrea. A mi padre jamás le oí emplear hubiera+participio, y es posible que yo mismo me sirviera de tal pluscuamperfecto de subjuntivo en la infancia, aunque, claro es, no puedo recordarlo.

Entre los muchos estudiosos que lo han intentado (Elena Méndez, en su trabajo Si yo fuera estado allí, no fuera pasado eso, ha diseccionado los no pocos problemas sin resolver) no han faltado quienes han llegado a sostener que ese "fuera" no es de ser, sino de ir. Pero en tal caso, ¿cómo justificar las combinaciones fu(e)á í(d)o o fu(e)á vení(d)o?

Aunque no es algo exclusivo de Andalucía, ni mucho menos que empleen todos los andaluces, puede oírse en gran parte de la región, sin que se conozca bien su difusión geográfica y, sobre todo, la sociocultural. Lo que sí está claro es que no avanza. Al contrario, no son pocos los que se despojan de una fórmula que no es prestigiosa ni dentro ni fuera de la región.

No reparan los que tratan de inventar una ehkritura en andalú en que lo que ver escrito tal uso (y otros, como ¿uhtede se vai a í o se vai a quedá?, habitual en el Occidente andaluz) rechina tanto o más que poner o no una ese implosiva o representarla con una hache. Tampoco quienes se empeñan en destacar únicamente el supuesto carácter vanguardista, polémico o controvertido de las hablas andaluzas, a pesar de ser casi las más estudiadas entre las variedades del español (sólo las de México, país con una población quince veces la de Andalucía, cuentan con una bibliografía equiparable), si bien habría que hacer una criba de lo que se publica.

Y no se crea que sólo en Andalucía se da la contradicción entre el complejo de inferioridad de unos (bastantes, suele decirse) y el orgullo de otros, como el andaluz M. Machado ("el mejor castellano, el más rico y sabroso castellano del mundo se habla en Andalucía, y, sobre todo, en Sevilla") o el gallego G. Torrente Ballester ("los andaluces son los que mejor hablan el castellano"). Ahora bien, los dos afirman explícitamente que "quitan" o dejan "aparte" la pronunciación, precisamente en lo que se detienen casi todos los que tratan del andaluz. Porque esto es (aunque no debería ser) así, me decidí, junto con R. Cano y R. Morillo, a publicar El español hablado en Andalucía, título en el que no hay evaluación alguna y en el que, me parece, no falta (tampoco sobra) ningún término clave. No está de más recordar un par de obviedades. Lo primero, que hablar es mucho más que pronunciar, y que en Andalucía, como en cualquier otro sitio, hay quienes, con distintos rasgos de pronunciación, hacen lo primero bien, mal o regular. Y lo segundo, que un acercamiento objetivo y riguroso a las hablas andaluzas requiere: A) partir de un razonado planteamiento previo del concepto de norma(s) lingüística(s), así como de la corrección o incorrección idiomática; B) fijar los criterios -y la naturaleza de los mismos- que permiten discriminar lo que está bien o mal dicho; C) entender cabalmente cómo conviven las variedades (geográficas y, sobre todo, verticales) de un mismo idioma; D) aclarar cómo, cuándo, por y para qué se sirven de cada una de ellas los usuarios, cuya competencia idiomática no es homogénea; E) precisar, en la medida de lo posible, el grado de conciencia que tienen de sus propios usos; F) determinar, igualmente cuanto se pueda, el papel como elemento identificador que tiene -o se le adjudica- el comportamiento idiomático y comunicativo; G) calibrar el peso que los usos lingüísticos han tenido y tienen en la configuración -dentro y fuera de Andalucía- de la imagen colectiva de unos hablantes cuyas creencias y actitudes van, como he dicho, del acomplejamiento al exceso de estimación; etc. No es poco. Pero no valen los atajos ni las anteojeras. Tampoco emborracharse con el apasionamiento. Mejor hacerlo, sin salir fuera de Sevilla, con los buenos vinos (y viandas selectas) de FUERA ESTUDIAO.

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