Tribuna

César Romero

Escritor

Una historia de macacos

Quién sabe, lo mismo los animalistas son unos avanzados que sólo buscan la protección de los humanos para cuando estemos totalmente idiotizados.

Una historia de macacos Una historia de macacos

Una historia de macacos / rosell

La noticia puede que haya pasado inadvertida, entre tanto derecho a decidir y la nueva temporada de fútbol, aunque quizá esté relacionada con tan importantes asuntos. Hace años un fotógrafo, David Slater, se fue a una isla indonesia y estuvo tres días retratando macacos. Como le era difícil lograr las fotos que buscaba, colocó su trípode con la cámara y lo dejó cerca de esos animales, a ver qué pasaba. Y uno de ellos, Naruto, se acercó al trípode y pulsó el botón correcto e hizo una foto. Un selfie. Lo primero que se piensa no es qué listos son los macacos, sino qué tontos somos los humanos, todo el día haciéndonos selfies que hasta un macaco puede hacer. Pero ojalá la cosa se hubiera quedado ahí.

El fotógrafo Slater publicó la foto en su página y rápidamente se hizo universal. Y, claro, al calor de esa universalidad y la posible ganancia económica, surgió la oportunidad aprovechada por una asociación que defiende a los animales llamada PETA, que denunció ante un juzgado de San Francisco al fotógrafo y reclamó, en nombre del macaco Naruto, sus ¡derechos de autor! Como el avance de los macacos parece imparable, el juez estadounidense no archivó la causa o la inadmitió con el buen estilo literario de algunos, muy escasos, jueces, sino que le dio curso y fue a juicio. El macaco Naruto contra el fotógrafo Slater. O Narutovs Slater, que queda más yanqui, aunque sea latín. Después de varios años, recursos y otras demoras judiciales, se ha sentenciado que, en efecto, el fotógrafo Slater es el dueño de los derechos de la foto, su autor por tanto. Pero, vista la repercusión del caso, el buen hombre ha tenido el gesto de ceder una cuarta parte de los beneficios que genere la misma a asociaciones que protejan a Naruto y sus compañeros de especie.

Se empieza hablando de los derechos de los animales, se sigue hablando, y pleiteando, sobre sus derechos de autor y algún día se acabará haciéndolo de sus derechos a la propia imagen, al honor y a la intimidad. No les extrañe que dentro de unos años veamos al simpático Naruto, que tiene una sonrisa a lo Jerry Lewis en El profesor chiflado, con los rasgos pixelados, como cualquier menor, salvo las hijas del Rey, hoy en día. Los animales no tienen derechos porque no son responsables ni conscientes ni están capacitados (no hablan, no razonan, no tienen destreza manual). No saben lo que hacen y, por tanto, no se les puede pedir responsabilidades. Se argumentará que tampoco un niño o un loco saben lo que hacen, que tampoco deberían tener derechos. Un niño lo sabrá, cuando deje de serlo. El loco, el enfermo inconsciente, que no es responsable, precisamente para protegerlo de sus congéneres, debe seguir teniendo esos derechos, representado, tutelado. Los animalistas dirán que en igual situación están los animales. Pero, aparte de que la naturaleza ya los dota para que se defiendan, no hay especie animal, salvo la humana, consciente o responsable, a ninguna especie, quitando la nuestra, se le puede pedir cuentas. Por eso no pueden tener derechos. Ningún pitbull puede responder ante los juzgados si muerde hasta la muerte a alguien. Que las personas quieran proyectar sobre los animales sus logros no hace más humanos a los animales sino más humanos a los humanos. Claro que no se debe ser salvaje con los animales, pero conviene no olvidar que los animales responden a su instinto, no a una razón de la que carecen.

Quizá toda esta confusión que nos viene desorientando desde hace décadas sea un mero problema de lenguaje. Si se quiere hablar de derechos de los animales, que mejor que no, convendría no confundirlos con los derechos humanos. No se puede llamar selfie a la foto que el macaco Naruto hizo porque no sabía que estaba haciendo una foto, y menos sabía que la estaba haciendo a sí mismo. El mono que se hizo un selfie es una frase engañosa. Porque el mono no es reflexivo. Ni puede ser autor de nada porque no sabe lo que hace (ya, ya se sabe que hay muchos autores que tampoco lo saben, pero al menos saben que algo están haciendo). Que tanta gente haya gastado tiempo, energía y dinero en dirimir si el gracioso Naruto era o no el autor de esa foto no sabe uno si atribuirlo a que el aburrimiento, otra exclusiva humana, es infinito, a que la codicia, amparada en presuntos fines bondadosos, nunca se sacia, o a que la especie humana, tras siglos de evolución, empieza a volver a sus orígenes. Quién sabe, lo mismo los animalistas son unos avanzados que sólo buscan la protección de los humanos para cuando estemos totalmente idiotizados.

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