Tribuna

javier lozano

Profesor de la Universidad Loyola Andalucía

El profesor friki

El profesor friki El profesor friki

El profesor friki / rosell

En la mesa de mi despacho conviven una Bola de Dragón (de las de la tierra) de tamaño natural, un estuche de lápices de Golden Freezer, cortesía de mi compañero Fernando Iwasaki, y una figura de Funko Pop! de Will en el Mundo del Revés. Soy un fan, entre otras muchas cosas, de Dragon Ball y de Stranger Things y, como buen fan, me gusta coleccionar objetos vinculados a estos productos. Esta especie de mausoleo es también una prueba para reconocer la fuerza fan en aquellos estudiantes o colegas de trabajo que se aproximan a verme.

Desde finales del pasado siglo, numerosos estudios académicos dejaron ya claro el verdadero rol del media fan o, en español, del fan de contenidos ficcionales. Desterrando estereotipos y clichés que asociaban a estos consumidores con comportamientos poco sociales e intelectuales, los Fandom Studies reivindicaron (y continúan haciéndolo) un rol proactivo del consumidor fan. Los fans son espectadores que participan en la conversación del producto que consumen, viven intensamente la experiencia que genera, contribuyen en la extensión de su narrativa e incluso pueden enseñar o introducir a otros en su universo. Por eso, hoy en día, estos fans han limpiado un poco más su imagen, en parte gracias al calado de este reconocimiento desde la Universidad y, además, como resultado de una paulatina instauración de una cultura audiovisual más amplia que se reconcilia con géneros y formas antes relegados a las sombras del consumo comercial.

Así, por poner sólo unos ejemplos, la adaptación de obras de fantasía (juvenil o no) como El señor de los anillos, Harry Potter o, más recientemente, Juego de Tronos, y su continuo reconocimiento crítico y éxito comercial está permitiendo a géneros antes tradicionalmente minoritarios calar en una cultura más mainstream. Los espacios que tradicionalmente ocupaban los fans están convergiendo con aquellos de espectadores no fans. Lo que antes era raro, especial o friki, como se dice por aquí, ahora ocupa conversaciones en espacios on line y off line, y es objeto de estudio en ámbitos intelectuales y medios de comunicación. Muchos hablan incluso de que estamos viviendo la era del friki.

Como profesor universitario que se ocupa de estudiar las narrativas audiovisuales, he de reconocerme especialmente friki. Para mí es igual de importante conocer y enseñar las formas de expansión transmediática de Harry Potter que explicar las teorías de Genette sobre la transtextualidad. En mis clases, hablar de Rey y Kylo Ren y el nuevo reciclaje narrativo que propone Star Wars ocupa varias sesiones. Escribir sobre las diferencias entre zombis, cylons, vampiros o strigoi es de vital importancia para comprender la transformación del mito del monstruo en la narrativa audiovisual actual. Soy un profesor que disfruta viendo Dragon Ball Super y que piensa que la saga de Black Gokuh es probablemente lo mejor que ha presentado nunca la franquicia, consumo cómics y recomiendo en clase cómics, hablo de videojuegos y abrazo toda manifestación audiovisual friki. Como profesor friki, hago un llamamiento a seguir siendo friki en las clases, introduciendo elementos pertenecientes a las culturas populares y más marginales, estudiando otras manifestaciones audiovisuales menos mainstream y abrazando consumos televisivos de otras nacionalidades e idiomas.

Cualquier estudiante de comunicación debe comprender que parte de la estrategia comercial de Disney con sus franquicias audiovisuales tiene como origen estrategias de publicación que ya existieron a mediados del siglo XX en el mundo del cómic americano. Cada personaje poseía su colección propia. Los personajes se entrecruzaban en diferentes cómics, visitando a otros superhéroes. Poco a poco, lo que ocurría en uno de estos cómics afectaba al resto de colecciones. Este modo de lectura estaba entrenando a los consumidores audiovisuales del siglo XXI. Leer Spiderman es hacer un máster en construcción de universos y continuidad narrativa. Las historias transmedia y las competencias digitales del espectador para moverse entre diferentes formas y formatos del universo cinematográfico de Marvel tienen su origen en todos estos cómics. De igual modo, algunos de los cómics que está lanzando Image están revitalizando el panorama de ficción audiovisual, renovando géneros como el de los zombis con The Walking Dead y sus múltiples variaciones y formas. A esta ensalada podríamos añadir también la serie Perdidos, no tan conocida para las nuevas generaciones, pero vital en la transformación digital del consumo de ficción televisiva global. Por último, y volviendo al presente, los Javis, con Paquita Salas (especialmente a través de Twitter y Netflix), La llamada y OT están jugando con una nueva forma de contar historias en nuestro país, como también lo están haciendo nuevas plataformas digitales como Playz que han comprendido la importancia de todo esto.

En definitiva, la Universidad debe recoger en sus aulas todos estos temas de las culturas populares que están redefiniendo modos de consumo, realidades digitales e imaginarios colectivos. Las clases deben ser un espacio heterogéneo de conocimiento, alejado de los espacios intelectuales del lado oscuro. La comunicación debe tener su componente friki.

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