Tribuna

Juan ignacio de arcos

Director del Programa Ejecutivo de Big Data & Business Analytics de EOI

'Ella' te ha reconocido, me temo

'Ella' te ha reconocido, me temo 'Ella' te ha reconocido, me temo

'Ella' te ha reconocido, me temo / rosell

Si subes una foto tuya a How-old.net, en tan sólo un segundo averigua tu edad. Lo hice el otro día y acertó. Detrás de How-old.net hay un potente algoritmo de inteligencia artificial que basa su predicción en 27 puntos de tu cara. Con la idea de averiguar si era capaz de engañar al algoritmo, volví a subir otra foto actual en la misma posición, pero esta vez sin gafas y voilà: rejuvenecí nada menos que 20 años. La inteligencia artificial pretende emular las funciones cognitivas humanas y, efectivamente, esta herramienta hace lo mismo que hubiera dicho una persona al verme sin gafas. Aparte de considerar seriamente la posibilidad de cambiarme a lentillas, me hizo reflexionar sobre las posibilidades y amenazas del reconocimiento facial.

Esta familia de algoritmos forman parte de un campo que se está desarrollando a pasos agigantados gracias al volumen cada vez más importante de fotografías de personas etiquetadas convenientemente. Si el tedioso trabajo de etiquetado lo realiza, además, el propio dueño de la imagen, nos encontramos inevitablemente con el caso de Facebook.

Uno de los mejores reconocedores faciales del mundo es el desarrollado por Facebook, con una precisión del 98%; tan buena, dicen, como la de un ser humano. Con dos mil millones de usuarios etiquetando fotos con sus nombres, Facebook puede entrenar su algoritmo con relativa facilidad, aspecto éste imprescindible para perfeccionar un modelo. Mientras más datos, más precisión. Tanto es así que en diciembre pasado lanzó una nueva utilidad en EEUU que permite avisar si alguien sube una foto en la que salga tu rostro. En Europa, con políticas de privacidad más restrictivas, no está disponible por el momento. Afortunadamente.

A pesar de dicha precisión, los algoritmos adolecen del ya popular sesgo, que no es sino aquél que subyace en los datos con los que han sido entrenados. Hay casos que la prensa ha resaltado recientemente, como el del joven estudiante y dj de 23 años Richard Lee, australiano de padres asiáticos, que vio cómo le rechazaban en repetidas ocasiones la renovación de su pasaporte por internet ya que al subir su foto carnet, el sistema le decía que "el sujeto tiene los ojos cerrados". Más grave aún ha sido el caso de Google, al etiquetar como "gorilas" determinadas fotos de jóvenes de raza negra en Google Fotos. La solución de la compañía, tras dos años de darle vueltas al asunto, ha sido un tanto radical: eliminar de su etiquetado la palabra "gorila" y las de algunos otros primates. Curiosamente, en Google tan sólo el 2% de los empleados son negros.

Cuando se trata, sin embargo, de reconocimiento facial en imágenes en movimiento -es decir, en vídeo-, la dificultad para reconocer objetos o personas se incrementa. A pesar de ello, facilitan el entrenamiento la existencia de gigantescos datasets catalogados, como el de Youtube, con 450.000 horas de vídeo conteniendo 24 millones de etiquetas. El reto que lanzó esta compañía hace ahora un año fue animar a científicos de datos de todo el mundo a desarrollar algoritmos más certeros capaces de asignar etiquetas que definieran el contenido de los vídeos de forma automática y sin intervención humana.

Se trata de una industria que se está desarrollando muy rápidamente, dadas las inmensas posibilidades que ofrece. El liderazgo no lo ostentan los Google, Facebook, Alibaba o Tencent, sino start-ups cuya base de negocio son algoritmos de inteligencia artificial altamente precisos. Un ejemplo es la americana IC Realtime. Su modelo de aprendizaje profundo permite, en varios segundos y en la nube, entender lo que se le pide en lenguaje natural e identificarlo en las señales de vídeos procedentes de 40 cámaras simultáneas de videovigilancia: "Dime dónde salen coches amarillos" o "a qué hora pasaron personas con gabardina beige". La plataforma se llama Ella. Empezará a ser historia eso de ver en las películas a policías escrutando las grabaciones de vídeo del supermercado de turno a lo largo de horas y horas hasta identificar, si hay suerte, al sospechoso que entra a robar. Como afirma con gran exactitud la revista The Verge, la inteligencia artificial está dotando de cerebro a las cámaras de videovigilancia.

Pero si se trata de jugar en primera división, hay que ir a Xinjiang, región fronteriza al oeste de China, que está sirviendo de test al Gobierno para probar lo que Wall Street Journal llama el Estado de Vigilancia Total: un laboratorio de alta tecnología social, con la Policía tecnológicamente mejor dotada del mundo, con la mayor densidad de cuarteles y miembros de Policía, con cacheos diarios para entrar en tiendas, cines y edificios antes del ya cotidiano reconocimiento del iris. Las cámaras están en todas partes, grabando individuos y/o sospechosos en tiempo real en sitios públicos, tanto si la calle está atestada o las personas caminan en direcciones contrarias. La identificación contra su documento de identidad es instantánea. Este experimento se extenderá próximamente al resto del país, dado el éxito del mismo.

Hay que pensarse dos veces eso de salir a la calle. Yo, por si acaso, si viajo a China próximamente, me dejaré un buen bigote para la ocasión o, si la cosa se pone peor, consideraré ir con pasamontañas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios