Tribuna

Alfonso Miranda Páez

Presidente de la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga

Mucho ruido y más de lo mismo

Mucho ruido y más de lo mismo Mucho ruido y más de lo mismo

Mucho ruido y más de lo mismo

El pasado 25 de abril se celebró el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido. Nuestra ciudad ni se ha percatado de ello, pues no se ha celebrado ni este año ni los dos anteriores. La última vez que el Ayuntamiento de Málaga se sumó a esta conmemoración fue en abril de 2015. Nuestro país convive con esa triste y famosa realidad, la de ser uno de los más ruidosos del mundo. En nuestra ciudad hemos llegado a pensar que el ruido forma parte inevitable de nuestras vidas, que es algo normal, pese a sus graves daños para la salud. Pero la realidad es otra: el ruido se debe y se puede controlar. Desde 2002 existe una Directiva de la Unión Europea que ha posibilitado la lucha contra esa verdadera "enfermedad" de nuestro medio ambiente. Esa directiva desencadenó la aprobación de todo un conjunto de normas sobre contaminación acústica a nivel estatal, regional y municipal.

Pero entonces, si tenemos una normativa completísima, con leyes, decretos y ordenanzas que regulan y limitan los niveles máximos, ¿qué es lo que pasa?, se pregunta la gente cuando pasea por nuestro Centro, escandalizada ante tal presencia de ruidos de toda índole, máxime cuando éstos invaden hasta las horas de descanso nocturno. Lo que sucede es que el Ayuntamiento mira para otro lado y deja, en este asunto como en tantos otros que afectan a nuestro entorno, que la realidad se deteriore. Con la excusa de los presuntos beneficios económicos a corto plazo de una ciudad volcada en un modelo de negocio basado en el turismo intensivo y sin contar con las reales necesidades de la ciudadanía, se consiente que unas pocas empresas hagan lo que mejor convenga a sus intereses. Unos intereses espurios ya que sobrepasan las líneas rojas que marcan las normas sobre convivencia ciudadana y que responden solo al lucro privado, que se coloca así por encima del bien general. Esa actitud se traduce en permitir niveles de contaminación acústica extraordinariamente altos y fuera de toda normativa. Otras veces es el mismo Ayuntamiento en el que participa en eventos que 'silencian' con música a todo decibelio el ruido habitual. En muchas ocasiones incluso los organiza. La Policía Local debería controlar todo eso, pero… carece de fondos para comprar sonómetros ¡aun cuando los hay estupendos y a poco precio! Y ésta solo es una de las facetas de una burda estrategia de postergar permanentemente el cumplimiento de la ley.

El Ayuntamiento, tras celebrar el citado Día de Concienciación de 2015, llevó a cabo unos estudios, que debería haber realizado mucho antes, acerca del ruido ocasionado por las actividades de ocio. De hecho, realizó a bombo y platillo una primera tanda de mediciones que se plasmó en el informe Monitorado de Ruido en Málaga (febrero de 2016). Luego encargó una segunda fase para el "Estudio Técnico previo para la declaración de zonas acústicamente saturadas" (julio de 2016). Todos esos trabajos, por cierto cofinanciados por la Unión Europea, indicaban que la situación era mucho más alarmante de lo que se creía, pues se sobrepasaban con creces los niveles máximos de emisión acústica en casi todo el Centro y Teatinos, las zonas estudiadas.

Según la normativa, en el año siguiente a la constatación de esos niveles acústicos excesivos se debieron tomar las medidas que la misma prevé, y que no son otras que la declaración de zonas acústicamente saturadas (ZAS). Pues bien, no solo no se hizo, sino que, "como éramos pocos…", el Ayuntamiento autorizó en junio de 2017 las actuaciones de músicos en quince lugares de la ciudad, nada menos que quince escenarios perfectos para el disfrute de los clientes de las terrazas. De nuevo, la ciudad como parque temático para un modelo concreto de explotación turística (intensiva, poco sostenible, cortoplacista) que entra en clara contradicción con el carácter residencial que, según el PGOU vigente, debería ostentar el Centro Histórico de Málaga.

Como sabemos, el Ayuntamiento, haciendo absoluta dejación de las competencias que la ley le confiere, ha estado pretendiendo que los "afectados", vecinos y hosteleros, buscásemos un supuesto equilibrio y nos pusiéramos de acuerdo sobre las medidas a tomar. Pero sobra decir que no cabe acuerdo más que el basado en el respeto escrupuloso de los niveles sonoros máximos permisibles y el cumplimiento de las Ordenanzas, pues no hay equilibrio fuera de la ley y de los derechos con los que la Constitución nos protege. Y para ello, lo más urgente es limitar los horarios de funcionamiento de los negocios y actividades generadoras de ruido, sobre todo de las terrazas en la vía pública. Y si el problema se soluciona así tanto en Sevilla como en Jerez, en Castellón, en Madrid o en Valencia… ¿es que los malagueños vamos a ser menos?

Como última gota de este vaso, el alcalde ha terminado cambiando al concejal de Medio Ambiente. El recién nombrado alega que necesitará tiempo… ¿Tiempo para qué?, nos preguntamos, si la realidad la conocen perfectamente todos sus técnicos y la ciudad entera. Y es que no se trata de "voluntad política", sino de la obligación del equipo de Gobierno del Ayuntamiento de cumplir y hacer cumplir la ley. De tratar a todos por igual y de velar por el bien común.

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