Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

¿Dónde están los nuestros?

En Cataluña se echa en falta la presencia de la burguesía que alimentó Convergència y que ha desaparecido del todo

Hay una cosa en todo el follón catalán que no entiendo. Quiero decir, que hay una que especialmente me resulta complicada de asimilar; las que no entiendo son más. La burguesía catalana me pilla un poco lejos, pero por lo que la conozco, no me es demasiado extraña. Conviví con ella en Euskadi y, al menos hasta estos días de disparate constante, pensaba que compartía elementos comunes con aquella. Lo digo porque entre los míos, también hay un partido nacionalista que hace bandera del derecho a decidir y la vertiente política del jeltzalismo vasco, tiene la independencia como un ideal al que concurrir en no mucho tiempo. Lo que ocurre es que en el mismo PNV, convive buena parte de esa burguesía empresarial e industrial que detesta cualquier atisbo de separación que, en absoluto implica el reconocimiento a una unidad patriota que les identifique con unos ideales en los que no creen. Simplemente, no les interesa. Su radio de actuación sale más allá de Pancorbo y son perfectamente conocedores que, sin él, están perdidos. Por eso los llamamientos a la independencia, una vez enterrados para siempre los latigazos que el terror nos dejó marcados durante décadas, se han ido diluyendo. El interés, el pensar más allá de una ideología que se termina en la punta de la nariz, ha triunfado sobre un nacionalismo excluyente que no trae nada bueno casi para nadie.

Lo que no entiendo es cómo en Cataluña no ha pasado lo mismo. Los del bando de Puigdemont son de ese tipo de burguesía del Liceo que se llevarían bien con sus homólogos vascos. Convergència era el partido de quienes entienden que son diferentes al resto, que tienen un idioma propio, unas costumbres que defender, pero que no se quieren ver aislados de ninguna manera. Simplemente, como entre los míos, no les interesa. Me cuesta entender ese momento en que la tradicionalmente conservadora burguesía catalana, asistió impasible a la deriva hacia la nada de Artur Mas que le llevó a echarse en brazos de unos radicales que, en absoluto comulgan con su idea de sociedad. Esquerra ha sido, es y será republicana, pero quienes alimentaron a Convergència, no. Tal vez pensaron que no se atreverían a llegar tan lejos y que, una vez que lo hicieron, les fue imposible pararlo. Es posible, pero lo que me sigue costando entender es cómo no han salido a aportar un sentido común que nos hace falta como el comer.

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