Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Gente especial

El Campo de Gibraltar reclama que alguien se ocupe de ellos y resuelva unos problemas conocidos por todos

La verdad es que más de uno puede pensar qué demonios hace este mostrenco escribiendo sobre un lugar en el que pasó diez minutos, como si fuera un experto en todo lo que sucede en una comarca tan compleja como el Campo de Gibraltar. Y probablemente tienen razón. No obstante, jamás me he considerado experto en nada; nunca participé en tertulia alguna, sencillamente porque a la primera iba a soltar aquello de que "mire usted, de eso no tengo ni idea" y rompería el sacrosanto mandamiento de un hablador al uso, como es el saber de todo, desde el abanico de partidos que concurren a las elecciones del Parlamento uzbeco, a los mecanismos de aterrizaje de un avión o a lo que está pensando el hermano del heredero al trono inglés a quien conocen de toda la vida. Un periodista no debe saber de casi nada, sólo tener arte para preguntar a quienes sí lo saben.

El Campo de Gibraltar echa de menos lo que tantas comarcas en todo el país: que alguien se ocupe de ellos, que les muestre una pizca del cariño que merecen y que siempre pasa de lado. Ni el puerto más importante del país, ni uno de los paraísos turísticos más impresionantes de cuantos he visto en mi vida, les salva de la indolencia de unas administraciones que jamás la han tenido en sus pensamientos. Vivir rodeados de una riqueza casi obscena que les toca de refilón, de un paraíso fiscal que juega siempre con ventaja y del mayor productor de hachís del mundo, han traído unos lodos que auguraban las tormentas y que nadie supo ver con antelación, especialmente sangrante ya que son personas a las que pagamos para que prevean este tipo de historias.

De familias que cumplían eso de que no cagues donde comes, a unos cárteles a quienes importa muy poco -tan poco como a las administraciones dicho sea de paso- lo que pasa en la casa de al lado, del cannabis a la coca, de la pobreza a la marginación, de una crisis a la que no se ve el final, de unas inversiones eternamente prometidas que jamás llegaron, de una lección aprendida hace décadas y que ahora vuelve a repetirse, la comarca se desangra entre la indolencia de quien no ve nada más que "casos aislados". El Campo de Gibraltar clama por que todos se sienten y ofrezcan soluciones reales. No son originales; nos pasa a muchos, pero su caso es prioritario. Tampoco tienen demasiadas esperanzas; no lo van a hacer. Deberán apañárselas solos. Yo confío en ellos, sencillamente porque les conocí y son muy capaces de hacerlo. Ya se levantaron antes y lo volverán a hacer.

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