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Rosa Bendala

"Antes éramos más de izquierdas que ahora"

  • Los siete años como concejal de IU en el Ayuntamiento de Sevilla le sirvieron para desarrollar su vocación de servicio público y para llegar al convencimiento de que no repetiría en las listas de su partido en vista al cisma interno de los 90. Hoy, lejos de aquel ruido, sigue siendo la misma, pero con otras circunstancias.

Rosa Bendala (Madrid, 1948) llegó al Ayuntamiento de Sevilla en 1988 en sustitución del médico Fernando Villamil, que renunció a su acta por fuertes discrepancias con el cabeza de lista del grupo de IU-CA, y salió en 1995 tras soportar otras muchas discusiones internas: "Traté de hacer mi trabajo lo mejor que pude y supe". Su militancia política comenzó en 1974, tras afiliarse al PCE, y cuando aterrizó en el panorama municipal ya contaba con una considerable experiencia profesional como letrada y trabajadora de la Gerencia de Urbanismo y del ya desaparecido Instituto Andaluz de Salud Mental, dependiente del SAS, organismo al que regresó tras su paso por la Plaza Nueva. En 1997 formó parte del Gobierno andaluz como directora general en Justicia, un destino que le entusiasmó, donde se ocupó de dos departamentos hasta 2004, fecha en la que regresó al SAS. Fiel a sus ideas, su deseo es poder ser recordada como una persona comprensible, "que nunca ha salido por peteneras". Trabaja de ocho a tres y las tardes las dedica a su familia, una al menos a sus dos nietas, o a leer y escuchar a Raimon, al que sigue desde los 18 años. "La semana pasada me compré un disco suyo y tiene una canción que empieza: con más pasado que futuro / con más recuerdos que proyectos... Con la segunda parte no estoy de acuerdo", comenta al iniciar una charla cargada de ideas.

-No le debió resultar fácil su labor en el Ayuntamiento, de hecho su elección como candidata fue contestada dentro de su partido, ¿no?

-Cuando tomé posesión ya sabía que nunca más sería candidata, ni iría en lista alguna. Había sido elegida por la asamblea de IU, pero con la hostilidad de la dirección ortodoxa de IU y aquello fue muy duro. Trabajé por todo lo que supone la vida de la ciudad, de esa Sevilla magnificada. Yo me tronchaba con Alejandro Rojas Marcos cuando decía: "Porque Sevilla...". Yo me preguntaba qué Sevilla, la que salen en las esquelas del periódico...

-¿La sociedad civil es más?

-Es más pluriforme y más rara de la que va en procesión en el Corpus, se sienta en los palcos de la Maestranza y está siempre dispuesta a exhibirse y nunca a exigirse.

-Trabajó desde el PCE, luego desde IU y acabó en Nueva Izquierda.

-Era afín a Nueva Izquierda, pero no militante o dirigente. Me di de baja en el PCE a través de una carta que le envié a Concha Caballero, que era la secretaria del partido, donde le decía que me parecía una ignominia que la gente del PCE, por no pactar con el PSOE, hubiera dejado que la derecha gobernase nada más y nada menos que en Asturias. Luego continué en IU y me fui quedando en franca minoría; decían que nos íbamos a ir al PSOE y a la vista está de que no fue así.

-Alguno se iría...

-Bueno, como se pueden ir otros a otros lados. Yo me miro y pienso que no he retrocedido en mis planteamientos ideológicos y sociales.

-¿Encontraría hoy su sitio?

-Yo tengo 63 años y creo que hay que incorporar a la gente joven, pero integrando la experiencia. Yo soy una militante del trabajo en equipo. Pero la sociedad deja pocos lugares a la gente de mi edad, es frustrante, o te vas a una ONG ¿o qué? Recientemente escuché unas declaraciones del líder de Greenpeace muy interesantes, pero no me veo en esos partidos.

-¿La izquierda que ve hoy se parece a la de Balosa, Aristu o a la suya?

-Primero estuvo Alfonso Balosa, con gente muy valiosa como Víctor Pérez Escolano, entre otros; luego Javier Aristu y Fernando Vilamil, dos tipos extraordinarios; y Adolfo Cuéllar, que lastimosamente murió y al que todos queríamos mucho porque era una persona ejemplar, austera, consecuente y religiosa que nos enseñó mucho. A mí y a Luis Pizarro, que luego se quedó. Y entró Paula Garvín y Antonio Rodrigo Torrijos, al que conozco desde chico y creo que está trabajando con mucha seriedad. Aunque de vez en cuando no estoy de acuerdo con él. Tampoco con el alcalde.

-¿En qué sentido?

-La vida se ha vuelto más compleja y los ciudadanos requieren servicios de calidad y serios, pero el Ayuntamiento no sólo debe ser un prestador de servicios, hay que ser un organizador de la vida de la ciudad, la cultural y la social.

-¿Ve mucha diferencia entre su equipo y el de Torrijos?

-Pienso que antes éramos más de izquierdas que ahora. Ser de izquierdas no es sólo hacer propuestas que se puedan considerar marginales. Antes había propuestas más progresistas, pero también la sociedad, en su conjunto, era más radical. Yo echo de menos en la política pedagogía. No se pueden hacer propuestas sólo para halagar el oído de la gente. Hay que convencerles de que hay que hacer también sacrificios, sobre todo, en estos momentos de crisis. Yo fui a Alemania por primera vez en 1974 y allí la gente hacía cuatro horas de trabajo voluntario para reconstruir su país y la guerra había acabado hacía 30 años. Los que pueden ayudar deben hacerlo y los que no quieren ayudar deberían ser forzados a ello y hablo de quienes manejan los recursos de empresas.

-En definitiva echa en falta más exigencia a todos los niveles.

-Hay que subir el nivel intelectual y moral.

-¿El listón de la clase política también ha bajado?

-No hay clase política. Los partidos políticos no dan formación alguna. Y nadie nace sabiendo. Cuando yo entré en el PCE me pasé un año y pico leyendo, estudiando y yendo a seminarios donde se debatían documentos y se analizaba el derrocamiento del zar de Persia, los golpes militares del cono sudamericano... Como en la educación, los partidos deberían hacer un informe PISA a sus militantes. Hay que tener claro cuáles son los valores, como la honestidad. No da igual quedarse con el dinero.

-De eso estamos viendo en estos meses algunos casos.

-Me llevo cada sofocones... Y, claro, luego sale un titular de prensa y puede arruinar la vida de alguien.

-¿Se refiere a los ERE?

-No se sabe aún qué ha pasado. Se usan nombres... Yo espero que la juez pueda poner en claro todo esto y que cada palo aguante su vela.

-¿Qué le satisface más de su etapa municipal?

-Tuve la ventaja y la desventaja de no estar en el gobierno. Yo no quería ser un Pepito Grillo. Pero recuerdo debates interesantes con Isidoro Beneroso y Paco Moreno sobre temas urbanísticos como la Buhaira. Se aprobaron barbaridades, el Plan General se aprobó a fuego y sangre el 8 de mayo y las elecciones fueron a final de ese mes. Donde creo que conseguimos más cosas fue en temas presupuestarios porque yo tenía gran amistad y confianza con Alberto Jiménez Becerril, del PP. Es la primera vez que lo cuento, pero yo le proponía cosas que luego él elevaba como si fuesen de su grupo y se aprobaban (risas). Era un tipo sencillo, generoso, estupendo y muy trabajador. También llegamos a acuerdos sobre la peatonalización.

-¿Y coincide con los planes que apoya la izquierda ahora?

-Tengo algunas reservas. Hay un número no pequeño de ciudadanos a los que el avance imparable de la peatonalización les hace mucha pupa y hay zonas del centro que pueden despoblarse porque no se puede acceder en coche. Desde la Avenida a la calle Regina hay un paseíto, sí si no tienes 70 años ni te duele la rodilla, ni vas con dos niños. Luego me da coraje que se gaste dinero en obras innecesarias.

-¿Se refiere a la Encarnación?

-Me parece desastroso y no por la arquitectura, al contrario, si es buena y está bien hecha permanecerá. Me parece una novelería. Y ahora compruebo que el nuevo mercado no tiene parking y, por tanto, no puede ser competitivo.

-En su época hubo también grandes discusiones urbanísticas.

-Sí había entonces quien pensaba que la manera de que la ciudad prosperase era construir y construir y se tiraba todo para luego levantarlo. Eso logramos pararlo.

-Ahora está la Torre Pelli, aún no se ha levantado y ya hay quien quiere tumbarla.

-¿A qué viene gastarse tanto dinero si estamos mudando toda la parte operativa de la entidad? Eso sin entrar en el impacto visual. Hay edificios metidos en el centro, como el Cuartel del Carmen, que fue convento y luego cuartel. En él trabajarían 60 personas y pasarían al día otras 60 cuando era caja de reclutas y ahora hay un centro educativo con mil alumnos y 200 profesores que tienen que llegar en coche, tomar café... No se pueden crear equipamientos a mansalva sin ver dónde y cómo. Lo mismo pasa con las viviendas sociales.

-¿Se han construido demasiadas?

-No es eso, lo que me replantearía es el sistema de atribución de estas viviendas, si se deben entregar en propiedad o no. Las circunstancias cambian y se la das a un pareja joven con dos niños y a los 15 años los hijos son mayores y la pareja se ha separado... ¿Le sigue correspondiendo? Entregarlas en propiedad genera cierta suspicacia porque hay gente que gana 3.000 euros al año más que otro y no tiene derecho a ella teniendo las mismas necesidades. Habría que retomar la opción del alquiler y hacer barrios mixtos, para evitar los guetos.

-Sobre eso tiene experiencia porque vive en Los Bermejales y aquí ha habido conflictos con ese tema.

-La finca donde está mi casa la compró la primera corporación de la democracia a una hermandad de Utrera. Se incluyó en el Plan General, se hicieron los proyectos y cuando yo era concejal, en la corporación del 87 al 91, se inició el proceso de construcción. Hubo conflictos, pero en 94 se entregaron las llaves. Aquí hay viviendas de renta libre, VPO y sociales. Con estos criterios se puede construir una ciudad, mezclando niveles y poderes adquisitivos. Es el modelo que me gusta, no las urbanizaciones cerradas de Sevilla Este...

-¿Y está la sociedad preparada?

-Hay que enseñar a la gente a convivir. Yo discutí mucho con la gente del PA y les decía que no podíamos querer a los gitanos sólo en los escenarios. Si te ponen una furgoneta en la puerta de tu casa, pues no puedes poner el grito en el cielo porque es su medio de vida... En mi barrio hubo militantes de CCOO que protestaron porque no les gustaba alguna gente que vivía aquí.

-Contradictorio.

-El otro día viendo la noticia sobre la contaminación en las grandes ciudades, me acordaba que en Roma, en tiempos del alcalde del PCE Julio Carlo Argan, se prohibió el tráfico en el centro porque los edificios se caían a pedazos. Ahora parece que eso no importa.

-Ahora el debate es el empleo.

-Claro, pero tenemos un montón de falso empleo y la malísima costumbre de no movernos. Pasado el trago amargo de la emigración de los años 50 y 60, de aquí no se quiere ir nadie. Y no hablo de irnos a Alemania, sino a Almería o Santander, estar unos años fuera, de aceptar un trabajo que sigue existiendo pero no te apetece hacer. De esto saben algo los empresarios de la fresa de Huelva. Y también hay que evitar que los empresarios hagan liquidación por derribo de cosas que no están para derribar.

-¿Que se aprovechen de la crisis?

-Se aprovechan de que el Pisuerga pasa por Valladolid y con la ley antitabaco echan a siete camareros. Se puede crecer sin cargarse el sustrato de vida. Y no nos carguemos el acuífero de Niebla, ya tuvimos bastante con Aznalcóllar...

-Ahora tenemos otro debate ambiental, el dragado del río.

-La esclusa. ¿A Sevilla tienen que venir barcos de cinco plantas? ¿Por qué? Cádiz tiene un puerto estupendo y una autopista que se recorre en una hora. El dragado es para el turismo, no para las mercancías. No es que los arroceros tengan toda la razón, pero es cierto que las explotaciones del Bajo Guadalquivir y la marisma son antesala y comedero de muchos animales de Doñana. Y Doñana atrae a un turismo de calidad que viene buscando algo más que golf, que parece que es el súmmum. Hay ciudades españolas y europeas que han reconvertido sus zonas portuarias.

-¿Sevilla es ahora más europea?

-Sevilla ha mejorado mucho desde que mis padres se vinieron en el año 48. La preExpo fue un salto cualitativo y ahora ha habido otro, indudablemente, pero hay obras que se han hecho con un coste elevadísimo, como el Metrocentro. Yo he visto tranvías en otras ciudades europeas... Circular por la ciudad es muy difícil y me preocupa.

-¿Cuántas Sevillas conoce?

-Me vine a Sevilla con cuatro meses, llevo toda la vida aquí. He vivido en la calle San Luis, en Los Remedios, en la Plaza de la Alianza, frente al colegio Portaceli, en Santa Clara, en Aznalcázar, en El Porvenir, en la calle Alcalde Juan Fernández y en Los Bermejales, donde vivo desde agosto de 1994.

-¿Cuando fue candidata era poco conocida, eso jugó en su contra?

-Lo tuve muy difícil. ¿Ha oído decir alguna vez: si Fulanito fuese el candidato los carteles, los iba a pegar su padre...? Pues eso. Luis Pizarro, con el que siempre me he llevado muy bien a pesar de que conspiraban para que nos tirásemos los tratos a la cabeza, me decía que yo siempre sobrevolaba por encima de todas las cuestiones. Paso de lo que no me interesa. En el Ayuntamiento encontré a gente con quien podía convivir gratamente, por ejemplo, Enriqueta Vila.

-¿Cómo convivió con Soledad Becerril?

-Guardo buenos recuerdos. Era una persona muy recta y austera, honesta. Me encontraba con ella por los pasillos apagando luces, ella y yo, como si fuera nuestra casa.

-¿Y con Alejandro Rojas Marcos?

-Era muy protagonista y muy misógino. Tuvimos alguna que otra agarrada cuando Amparo Rubiales, Soledad Becerril y yo estábamos en la junta de portavoces. Su carácter era así. En política hay gente ambiciosa en el buen sentido, pues muy bien. Yo he podido trabajar en Sevilla donde hay algo que ha mejorado mucho: hace 30 años los que salían en las esquelas y los que las leían se conocían todos. Ahora eso no pasa.

-¿Ser mujer ha sido una limitación?

-Yo me he visto limitada pero no porque nadie me pusiera freno, sino porque había un techo general para la mujer. Luego, los conflictos en IU nos afectaron a mujeres que no éramos de la línea oficial. Cuando fui cabeza de lista en Sevilla hubo una reunión de candidatas y no me llamaron. Había chicas que no estaban dispuestas a aceptarme. Yo no me he movido, pero otras han dado unos bandazos... Ni me he afiliado al PSOE, aunque alguna vez lo pensé cuando estaba en Justicia, por no acarrearle problemas a Carmen Hermosín, pero ella misma me dijo que no hacía falta.

-¿De esa época conocerá a Juan Ignacio Zoido, el candidato del PP?

-Era director general de Justicia cuando cogimos las competencias. Me parece un buen tipo, simpático, pero creo que las propuestas del PP lo llevan a la ruina, no se puede estar todo el día con el dedo en el bache. Sin hablar ni de él ni del socialista Juan Espadas, creo que se ha abandonado la gestión de lo público y que los que están no son los mejores. Si compara las listas de 1979 con las últimas, verá que hemos ido decayendo y no hablo de la calidad de las personas.

-¿De su currículum?

-Yo soy partidaria de que se retribuya bien a quien esté en un cargo público, porque tiene una responsabilidad y ese respaldo le permite tener independencia. Pero antes de entrar en política, la gente debe tener la vida resuelta, un oficio. El que no pueda vivir sin la política que no viva de la política. La política tiene que ser de ida y vuelta.

-¿Y si le piden volver?

-Cumpliré los 65 años antes de los 35 de cotización, así que esperaré algo más. No volvería a una primera fila, pero si me lo piden y puedo ayudar en algo sin desbaratarme la vida, lo haría.

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