OPINIÓN. AUTOPISTA 61

Aburrimiento

Casi todos recordamos las vacaciones escolares como un largo periodo de felicidad que empezaba en junio y terminaba en septiembre. Los niños nos despedíamos del colegio como presos que acabaran de ser puestos en libertad. Y un día aparecía un coche de la familia al que se cargaba con maletas, colchones, abuelas, jaulas y niños, y todos partíamos hacia un lugar, por lo general situado en la costa, donde nos dedicábamos a montar campamentos indios, a cazar ranas, a correr el Tour de Francia en la bicicleta de un contramaestre de la Armada y a descubrir islas perdidas en el fondo del mar. E incluso los niños que no podían disfrutar de estas vacaciones tenían sus descampados y sus peleas y sus tiendas de campaña improvisadas. El aburrimiento no existía en verano. O al menos yo no lo recuerdo.

Ahora no creo que las cosas sean así. Los niños no se despiden del colegio con alegría, sino más bien con tristeza, porque saben que les va a ser muy difícil disfrutar del tiempo libre. Sus padres trabajan, y ya no hay abuelas ni coches cargados de colchones ni cestas ni tiestos, ni hay veraneos de tres meses, sino a lo sumo de un mes, y no siempre en un lugar de la costa donde uno pueda fundar ciudades y enamorarse por primera vez y ganar todas las etapas de montaña del Tour de Francia y del Giro de Italia. Ahora hay que apuntar a los niños a un campamento, o enviarlos a un colegio en otro país, o colocarlos como sea en la casa de alguien que pueda ocuparse de ellos. Y los niños tienen que zamparse horas y horas de televisión y de videojuegos, o ver una y otra vez la misma pelea de “Presing Catch”, o jugar en un parque vacío mientras su canguro ecuatoriana (¿o era rumana?) charla por el móvil con un tipo que ni siquiera ella sabe si es su novio, o chatear por internet con los mismos compañeros de clase que ven todo el año, o mirar por la ventana cómo la señora del tercero izquierda tiende la ropa cuando el termómetro que han colocado en la ventana marca 39 grados (y aún no ha llegado lo peor del día).

¿Se divierten los niños en las vacaciones de verano? ¿Está preparada nuestra sociedad para esos tres largos meses? He aquí un tema importante al que casi nadie presta atención. Mi experiencia me dice que los niños sólo se divierten durante un corto espacio de tiempo (dos o tres semanas, como máximo), y eso siempre a costa de grandes esfuerzos –y no sólo económicos– por parte de sus padres y abuelos. Veraneo, lo que se dice veraneo, ya no hay. Lo que hay es aburrimiento, mucho aburrimiento.

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