Luis García Montero. Poeta y profesor de la Universidad de Granada.

"En Rota me siento dueño de mi tiempo, es donde acabo los libros"

Si a Luis García Montero le preguntan en qué territorio cifra la alegría, sin duda, el poeta contestará que ese lugar es Rota. “Digo alegría porque a mí la felicidad me da pudor. La vida y el mundo están llenos de carencias y precariedades como para hablar de felicidad. Pero de alegría, de deseo de vivir y de disfrutar de la vida, el lugar en el que pienso siempre es éste”. 

El autor granadino llegó a Rota por Felipe Benítez Reyes, oriundo del pueblo, allá por los años 80. “Fue el primer poeta de mi generación al que conocí. Su poesía me interesó mucho y teníamos complicidad entre lo que queríamos y lo que hacíamos”. Aunque siempre ha sido de pasar los veranos en Granada, para así aprovecharla cuando se queda vacía, García Montero empezó a visitar cada temporada estival la localidad gaditana. Primero unos días, y luego julio y agosto. “Cuando comencé a compartir mi vida con Almudena [Almudena Grandes, también escritora], en 1994,  ella me dijo que quería un  veraneo de verdad y que teníamos que encontrar un sitio de playa, ella que siempre ha veraneado en la sierra”. El poeta, poco amante de la playa (sólo se aprovecha de ella para andar), y de las horas bajo el sol, pensó en Rota “porque era el sitio perfecto; quien quisiera que se fuese a la playa y quien quisiera que buscase a Felipe y a otros amigos para comprar los periódicos y tomarse unas cañas”. En 1997 se compraron, por fin, la casa.

El poeta tiene la oportunidad de “vivir bien los veranos” por su calidad de profesor universitario (no se incorpora hasta septiembre). El día comienza a las siete de la mañana. Escribe hasta la una.  A partir de entonces, toca leer la prensa diaria y  quedar con los amigos en la tasca de Tirapu, punto de encuentro de la mañana.   “Es en este momento cuando empieza el día, más relajado, el dejarse llevar. Intento que mi ocio se parezca lo más posible a mi vida cotidiana. Tiene mucho que ver con dejarse llevar y organizar el día según quien aparezca, quien proponga... quien te diga vamos a cualquier sitio”.

El sonido del afilador pone la banda sonora a la charla. Aunque la melodía ya no es la misma que hace décadas. Ahora tiene menos notas. Mientras se afilan cuchillos en la calle, Luis cuenta lo que hace por las tardes. Horas en las que suele visitar más el mar y pasear desde el Hotel Playa de la Luz, cerca de su casa, hasta la playa de Punta Candor. “Me encanta su estado salvaje. No hay construcción. Hay dunas. Es además una zona muy libre porque se llena de gente de lo más variopinta posible. Puedes encontrar a mujeres y hombres desnudos tomando el sol, y por al lado pasan familias de aire tradicional, y nunca hay ningún conflicto. Esto me parece maravilloso”.

Las noches se pasan en el chiringuito de Emilio, frente al mar, a mitad de camino  entre el hotel y el pueblo. Allí se escuchan las guitarras eléctricas, cultura heredada de los americanos de la Base de Rota, y las baterías. La celebración de la vida.

Luis García Montero se ha hecho, a lo largo de estos años, con su propia pandilla de amigos: el autor Benjamín Prado, el cantautor Joaquín Sabina, la periodista Ángeles Aguilera... Los tres, después de alquilar varios veranos, también se compraron casa en Rota. Y muy cerca, en Sanlúcar, están Mendicutti y Bonald; y tenemos a Javier Ruibal en El Puerto. “Los amigos ayudan a celebrar la alegría. Almudena y yo nos sentimos aquí como en casa”, asegura el escritor.

Rota le da a Luis inspiración para escribir . “Me siento dueño de mi tiempo. Desde que vengo aquí los veranos, es aquí donde acabo los libros, donde les doy la última versión, donde hago las revisiones más rigurosas. Ahora, por ejemplo, me permito escribir con disciplina, trabajar en un libro sobre Ángel González, una biografía académica, una evocación de su infancia y su juventud. Y es que la poesía tiene horarios distintos a la prosa. La poesía llega cuando llega y la prosa necesita orden. Todo esto, Rota me lo da”.

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