La tribuna

Jesús Cruz Villalón

Relaciones laborales: madurez y reto

Hace ya un cuarto de siglo que la Administración andaluza asumió importantes competencias en la gestión de las relaciones laborales en nuestra comunidad autónoma. A partir de entonces se ha producido una muy profunda transformación del modelo de intervención de sindicatos y asociaciones empresariales sobre el desarrollo del mercado de trabajo en Andalucía. Las peculiaridades de nuestro sistema económico y laboral muestran una fuerte tendencia a actuar en el territorio más próximo. Por ello, tienen mayor impacto las políticas, sean públicas o privadas, que se desarrollan en el ámbito autonómico, comparativamente con las correspondientes de carácter estatal. La amplia presencia de las pequeñas y medianas empresas en nuestra economía favorece esa fórmula de actuación sobre el territorio más cercano.

Así, la negociación colectiva se encuentra notablemente descentralizada, donde tienen mucho más peso los convenios que se pactan en Andalucía, comparativamente con los que se negocian para el conjunto de España. Del mismo modo, es muy significativa la muy diversa intensidad de la actividad de los servicios autonómicos de resolución de conflictos en uno y otro ámbito: el número de mediaciones gestionadas por el Sercla andaluz es con mucho más elevado que el correlativo sistema estatal.

El resultado ha sido un claro reforzamiento de la estructura de los sindicatos y asociaciones empresariales que actúan dentro de nuestra Comunidad Autónoma: su presencia y actividad cobra un notable protagonismo cotidiano. El modo como ambos han venido asumiendo sus competencias en los diversos sectores y empresas les ha otorgado una indiscutible madurez; la responsabilidad y visión de conjunto con las que han actuado, sin menoscabo de las obvias diferencias de objetivos y de intereses de cada una de ellas, han propiciado un modelo marcadamente pacificado en lo social y eficaz en sus resultados.

La propia Administración pública ha colaborado y ayudado en ello, asumiendo importantes competencias ejecutivas en materia laboral, sobre todo por medio de una función complementaria de mediación y de búsqueda de puntos de encuentro entre las partes. En ocasiones, allí donde no hay suficiente ruido mediático, allí donde no se sobreactúa representando conflictos más ficticios que reales, parece que se minusvaloran los esfuerzos realizados de superación de diferencias. Probablemente esto sea mucho de lo que sucede con la labor de las organizaciones sindicales y empresariales más representativas, con lo cual se desmerece e infravalora su aportación al desarrollo social y económico de Andalucía.

Naturalmente, lo anterior no quiere dejar de lado la presencia de interrogantes y de dificultades, particularmente en los momentos actuales en los que vivimos una coyuntura de indiscutible preocupación por los efectos negativos que puede acarrear la evolución de la situación económica en muy diversas vertientes. Eso sí, el armazón construido a lo largo de estos veinticinco años, la experiencia acumulada y la red de relaciones establecida nos permiten afrontar este complicado escenario con mayores recursos e instrumentos.

Aunque sea de forma muy simplificada, merece la pena llamar la atención sobre dos de los principales retos a los que, a mi juicio personal, se enfrentan las relaciones laborales en Andalucía. De un lado, conviene ser conscientes de la necesidad de que esa actuación, tan eficaz en lo cercano, no debe olvidar que hoy todo se encuentra teñido por un panorama fuertemente globalizado, donde la competencia económica se eleva al ámbito internacional y, donde en particular en España, la intensificación de los movimientos descentralizadores no puede perder de vista su contrapeso con el mantenimiento de la necesaria cohesión territorial y social en el conjunto del Estado; nunca es buen pronóstico mirarse en exceso al ombligo cuando los cambios nos suceden por encima a enorme velocidad.

De otro lado, sería conveniente orientar la actuación de sindicatos y empresarios hacia esquemas que acentúen su autonomía y les haga conscientes de que los protagonistas centrales del sistema de relaciones laborales son ellos mismos; en definitiva, que vayan perdiendo los históricos tics que les conducen al menor tropiezo a una constante apelación a la intervención tuteladora de la Administración, a utilizarla como muleta de apoyo que les fuerce paternalmente al acuerdo allí donde ellos se enfrentan a un conflicto que deben saber superar por sí solos.

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