rincones con encanto

El camino más recto para la Gloria

  • CARDENAL SPÍNOLA. La iglesia conventual de Santa Rosalía es la más destacada seña de identidad de una calle que se llamó Capuchinas en honor a las monjas que allí habitan.

Intimista, solitaria, la calle Cardenal Spínola es la vía más directa al corazón devocional de la ciudad.

Intimista, solitaria, la calle Cardenal Spínola es la vía más directa al corazón devocional de la ciudad. / RUESGA BONO

Estamos hablando del camino más corto para plantarse ante Dios. Es la antigua calle de las Capuchinas, así nombrada en honor al convento que esas religiosas mantienen ahí desde 1685. Es el itinerario hacia el Señor de Sevilla en cada viernes del año, pero hoy presenta especial interés cuando el Cristo del Buen Fin regresa a su paz conventual de San Antonio de Padua. Es la calle que une la Gavidia con San Lorenzo, arteria casi rectilínea y estrecha que, sin embargo, continúa manteniendo cierta intensidad en el tráfico rodado.

Desde 1472, esta vía fue conocida como del Horno del Naranjuelo y así figura en el plano de Olavide del año 1771. Horno del Naranjuelo o, simplemente, Naranjuelo en algunas versiones del nomenclátor de la época. Pero ya en 1763 cambia su nombre por el de Capuchinas y en 1913 se rotula definitivamente como Cardenal Spínola. Es en honor del cardenal Marcelo Spínola y Maestre, que había sido párroco de San Lorenzo, luego arzobispo de Coria (Cáceres), Málaga y Sevilla, patrono de la Congregación de las Esclavas Concepcionistas, gran impulsor del Dogma de la Inmaculada, fundador que fue del periódico El Correo de Andalucía en el año de 1899 y que fue beatificado durante el papado de Juan Pablo II en 1987.

En 1913 fue bautizada con el nombre del recordado cardenal Marcelo SpínolaDulce Nombre, Buen Fin, Gran Poder y la Soledad la tienen en sus itinerarios

Calle estrecha y rectilínea, por los pares confluye en ella la calle Cantabria y hay datos que confirman que hasta finales del XVI hubo una callejuela que comunicaba con la calle de los Tiros, actualmente Martínez Montañés. A finales del Siglo XVI se pavimenta mediante el conocido como empedrado de aguija, sistema de pavimentación que se conserva hasta finales del XIX y a partir de ahí es adoquinada.

El caserío es multiforme con abundancia de casas unifamiliares con patio sevillano, lo que fue disminuyendo en aras a la casa de pisos y en una de esas casas, la número 20, falleció en 1978 el poeta Rafael Laffón por cuyo motivo en su fachada figura una lápida de mármol que lo recuerda. Era una calle señorial que fue deteriorándose hasta acoger comercios y talleres, pero afortunadamente sigue manteniendo su principal seña de identidad en la figura del Convento de Santa Rosalía de las Capuchinas.

El convento fue fundado en el año 1685 por el arzobispo de Sevilla, a la sazón don Jaime de Palafox y Cardona, que le profesaba una gran devoción a Santa Rosalía de Palermo. Pobló el cenobio con cinco monjas procedentes de Zaragoza, poniendo al frente de la comunidad como abadesa a su propia hermana, sor Josefa Manuela. Las obras de construcción no se acabaron hasta el 17 de septiembre de 1706 y parece ser que el arquitecto de la obra fue Diego Antonio Díaz.

El 13 de agosto de 1761, un incendio destruyó el convento, dejando sólo en pie la portada, que es la que se conserva para lucimiento de la iglesia. Se empezó su reedificación un año después, siendo ya arzobispo de Sevilla el cardenal don Francisco de Solís Folch y Cardona y bajo la dirección de las obras figuró el arquitecto Antonio Matías de Figueroa. Y lo más brillante de cuanto se proyectó fue encargarle el retablo de la iglesia al portugués Cayetano Dacosta, mientras que Juan de Espinal, considerado el primer pintor de la ciudad en esa época, se encargó de la decoración. El 5 de junio de 1763 se celebró la reapertura con una solemnísima procesión y las religiosas capuchinas pudieron volver a habitarlo. Actualmente, el convento es también hospedería con el fin de la supervivencia de las monjas y conviene recordar la de veces que sonó a rebato la campana del convento llamando al vecindario a que paliaran sus más básicas necesidades.

La antigua Capuchinas es un reguero de personas que cada viernes va al encuentro del Señor de Sevilla y cuando en la amanecida del Viernes Santo enfila el Gran Poder el camino de casa en su retorno de la Catedral, la calle se transforma y hasta da la impresión de que el pórtico de la Gloria debe ser algo muy parecido. En la amanecida en que Sevilla camina tras el Señor, la calle Cardenal Spínola sigue siendo intimista, pobladamente intimista por una multitud que llena el espacio y lo colma de ese silencio que sólo logra el Gran Poder.

Pero hoy también es un gran día, una gran noche, para la calle Cardenal Spínola. Cuando la madrugada asome vendrá desde la Gavidia el Cristo del Buen Fin con su ascético cortejo franciscano para que la saeta de la Gavidia le dé paso a las que van a dedicarle ya en San Lorenzo. Esta noche, cuando haya fiesta en San Bernardo y no quepa un alfiler en el Baratillo, merece mucho la pena dedicarle atención a la cofradía franciscana en su paso por Capuchinas, especialmente a la Virgen de la Palma bajo ese techo bordado de forma tan primorosa como exclusiva.

Ya ayer vivió Cardenal Spínola su momento de gloria semanasantera con el paso de la gran cofradía del Dulce Nombre, vecina de San Lorenzo, cuando iba camino de la Campana. Sin duda, la antigua Capuchinas es una de esas vías por donde luce auténtica la Pasión según Sevilla y será la que le dé el pase de la firma a la gran fiesta cuando le dé paso el sábado a la Soledad camino de casa y todo se haya consumado. Pero el mero hecho del convento aconseja no dejar de pasarse por esta vía tan sevillana.

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