Salud y Bienestar

Las nuevas opciones para tratar la psoriasis actúan sobre dianas concretas

  • La gravedad de la enfermedad depende de la severidad física y la emocional, ya que merma la calidad de vida del afectado

Los tratamientos tradicionales para la psoriasis de moderada a grave son los medicamentos tópicos, la fototerapia (radiación ultravioleta) y los fármacos sistémicos (como metotrexato o ciclosporina). Cuando el paciente no responde satisfactoriamente a estos tratamientos, es necesario recurrir a los fármacos biológicos, los cuales, se caracterizan por contener proteínas idénticas a las que existen en el cuerpo humano y que se pueden modificar para bloquear la acción de otras proteínas. Entre sus ventajas está que , "como mínimo tienen la misma eficacia que los fármacos sistémicos tradicionales (metotrexato, ciclosporina y retinoides) y, en muchos casos, es incluso superior", explica el doctor Carlos Ferrándiz, catedrático de Dermatología de la Universidad Autónoma de Barcelona y jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitari Germans Trias i Pujol (Barcelona), en el marco del seminario El valor de innovar en psoriasis celebrado recientemente en la ciudad condal por Janssen-Cilag.

En cuanto a los últimos avances, "se están dando pasos importantes en el conocimiento patogénico de la enfermedad, lo que está permitiendo el desarrollo de nuevos fármacos biológicos, distintos de los bloqueantes del TNF, que actúan sobre dianas concretas que operan en la vía de activación de los linfocitos Th17", afirma el experto. Hoy en día, dicha vía es considerada clave en el desencadenamiento y mantenimiento de la psoriasis. Hace solo unos meses se aprobó ustekinumab un anticuerpo monoclonal humano que inhibe la actividad de las citocinas IL12 e IL23, implicadas en la activación de la vía de los linfocitos Th17.

La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de naturaleza autoinmune cuyo órgano diana es la piel, aunque pueden verse indirectamente afectados diferentes órganos. Entre el 2 y el 3% de la población europea, y alrededor del 1,5% de la española sufren esta enfermedad de impacto psicológico, social y funcional. En esta dirección, la gravedad de la enfermedad se valoraría no sólo por la severidad física si no también por la severidad emocional (el rostro, las manos o los genitales son zonas que afectadas influyen negativamente en las relaciones sociales del pacientes), según el especialista.

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