Semana Santa

El cielo es para los vivos

  • Los últimos traslados antes de la Semana Santa transportan a experiencias de cada barrio

  • La cúpula celeste pasa del tono primaveral malagueño al gris inesperado

Todos los Sábados de Pasión se viven con prisa. La jornada más maratoniana, que supera al Domingo de Ramos en horas en la calle, no da tregua con los traslados de las corporaciones nazarenas que, para apurar el tiempo, llevan hasta sus casas hermandad a las imágenes que saldrán en apenas unos días a la calle. Sigue costando que florezca la semilla cofrade en un barrio que por naturaleza carece de la tradición semanasantera de la que gozan otras zonas de la ciudad. En las inmediaciones del hospital Noble, en contrapunto con lo vivido en la Trinidad unas horas antes, el recogimiento y el silencio se hizo presente antes de que los hermanos del Descendimiento procedieron a trasladar a sus Titulares. Aun así, lejos de las estridencias, e incluso exageraciones, de las que presumen algunos "traslados procesionales", el cortejo recorrió la manzana de San Gabriel y Plaza de Toros en una clara búsqueda del arraigo que necesitan. Un centenar de devotos, algo extrañados por la falta de concordancia con los operativos policiales para cortar el tráfico, participaron en el acto. Portado sobre unas sencillas andas nuevas, se acompañó el transcurrir de la imagen del Cristo con el rezo de las estaciones del Vía Crucis. Se vio a Juan Cassá, como era de suponer, aunque de forma más discreta que en las jornadas anteriores. Quizá fue la falta de campana, pero lo cierto es que el concejal estuvo con los hermanos desde el varal, actitud que se agradece por la discreción. La Virgen de las Angustias volvió a ser portada por mujeres, ataviada con gusto con una saya nazareno y oro perteneciente al torero Paco Ojeda. En el cortejo iba integrado un cuarteto de viento interpretando piezas de capilla musical.

Zamarrilla volvía a paralizar el corazón de calle Mármoles desde su ermita. A pesar del gentío y bullicio que llenaban la esquina recoleta donde se asienta la edificación, todo pasó al silencio cuando la banda de la hermandad interpretó el Himno Nacional y el Cristo de los Milagros salió por la puerta. Con sencillez, con apenas un resquicio de tiempo para que la talla se dejase llevar escoltada por faroles -aquí tienen el sentido primigenio de los ciriales, y no escoltando al pertiguero- y los sones del cuarteto de viento Malacitana silenciasen el espacio.

A los minutos sería la Virgen de la Amargura quien, con la mirada en el cielo, saliese para recibir un soplo de aire intenso con las notas de la banda de Zamarrilla. El ambiente cambió y la Dolorosa quedó recortada, en su camino hacia el barrio de La Trinidad, por las luces de la tarde. Durante su recorrido, el cortejo debió refugiarse en la casa hermandad del Cautivo a causa de un chubasco de unos minutos.

Desde La Victoria, dominando las alturas, la Virgen de la Caridad se despedía del Cristo del Amor con sones y aires de sobriedad. La capilla musical de la propia hermandad antecedía al trono para llevar la imagen hasta Fernando El Católico entre globos transparentes de luces que se vendían en la plaza del Santuario. Los hermanos realizaron en silencio el camino con un estilo sobrio y el morado como color para que la Virgen llegue hasta su casa.'

La tarde vaticinaba un vaivén de dudoso pronóstico en el que los tonos grises se entrelazaban. El cielo cenizo, algo lluvioso durante algunos minutos, jugaba en armonía con una calle en obras, andamiada y levantada hasta límites innecesario, que hace preguntarse si no había nadie con la capacidad de prevención suficiente para evitar tan desafortunado paisaje.

A las 19:30. con puntualidad, la cruz parroquial se plantaba a las puertas de Santiago. Resonaban las campanas, conmemorando la vuelta de Sentencia a su sede canónica. Un nutrido grupo de hermanos con cirios antecedieron a las andas de traslado en las que iban ambos titulares. En una esquina, un señor con acento nórdico preguntaba si mañana irían también así en los "pasos". Jesús de la Sentencia vestía una elegante túnica lisa morada, resaltando el naturalismo de la talla. Conforme se acercaba al dintel de la puerta, las primeras gotas empezaron a caer. Tras la interpretación de Perdona a tu pueblo, la Agrupación Musical Cautivo de Estepona cambió rápidamente el ritmo del tambor para finalizar el recorrido en el menor tiempo previsto debido a estas precipitaciones no conocidas en el momento.

El sábado de Pasión, el Perchel es Perchel. Se refleja en el ambiente, en el amarillo de las farolas con sabor viejuno y en el hueco que dejan los adoquines de una calle ahora huérfana de sabor. Entre una devoción hecha barrio, congregada entre las naves de la Iglesia del Carmen que se quedó pequeña, la expectación residía en la túnica blanca que Jesús de la Misericordia volvía a lucir, de inspiración setentera, que retrocede a los orígenes más populares de la cofradía con el pueblo de Málaga. Sin embargo, eso no quita que carezca de un fundamento pasionista y artístico que debería darse por sabido. Del mismo modo, tampoco resta que la parroquia fuera un clamor cuando la banda de música interpretó La muerte no es el final y Pepe de Campillos, la voz del Perchel, rompiera los aplausos tras una saeta sentida. Entre los congregados, algún alma viajera venida de Londres entonaba los compases de María Santísima del Gran Poder mientras se acercaba a la puerta del Carmen. En esta ocasión, el trono de traslado fue portado por las hermanas de la cofradía. Y, unos cuantos metros más arriba, la noche envolvía Santo Domingo para el escueto traslado de la Virgen de la Soledad. Ataviada sin lujos, con su tocado en blanco y revestida de luto, la imagen hizo su corto recorrido hasta la casa hermandad de la Congregación de Mena, donde quedaría dispuesta en el salón de tronos pocos minutos después de partir de su capilla.

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