el derbi sevillano

Fútbol, sólo fútbol...

  • La memoria de Puerta y Miki Roqué encauzan la concordia que al fin impera. Las iniciativas de los presidentes refuerzan esa paz.

Un genial pase entre líneas de Rakitic; una astuta incursión de Vadillo hasta la misma cocina; un trallazo de Jorge Molina a la escuadra o una certera volea de Bacca; y los piques, claro está, que brotarán de la grada, con la guasa sevillana como banda sonora y las inevitables salidas de tono de los de siempre, a un rincón y a otro. Que todo eso, o parte de eso, sea lo que aireen los telediarios de los lunes a los españoles.

Que las cadenas no encuentren motivos para que las imágenes del Sevilla-Betis de hoy antecedan a la actualidad de Real Madrid y Barcelona -aunque ya jugaron ayer, ya se encargarán los medios de anteponer la resaca de ambos a los goles del resto de partidos-. Porque el derbi sevillano, lamentablemente, ha venido siendo noticia de primera plana cuando la violencia ha marginado al mismísimo fútbol.

Aún quedan frescas en la memoria las imágenes de Benjamín llevando aquel cuchillo a la banda del Ramón Sánchez-Pizjuán; de Nico Olivera portando el palo de una bandera en el Villamarín; la paliza al guarda de seguridad en el Gol Norte de Nervión la noche que un individuo se abalanzó sobre Prats; las candelas romanas disparadas en las gradas del coliseo bético al sector de los sevillistas; la vergüenza de ver un derbi sin aficionados del otro equipo, tal fue el desencuentro entre los consejos de ambos clubes (el Betis-Sevilla de la Liga 2002-03, que acabó 0-1 con gol de Marcos Vales); y por supuesto, como remate de esta ominosa crónica de odios insanos y desbordados, la noche en que un busto de Manuel Ruiz de Lopera presidió el palco del estadio que aún llevaba ese nombre, que acabó con el archisabido botellazo a Juande Ramos. Sucedió el 28 de febrero de 2007, un Día de Andalucía para más inri.

Seis meses después de ese episodio para el sonrojo, el corazón de Antonio Puerta dejó de latir. Sevilla se unió en el dolor y de ese sentimiento compartido brotó el espíritu Puerta. Desde ese negrísimo día de agosto, desde esa foto de Lopera y Del Nido abrazados, los derbis han arrojado los disturbios inherentes a todo duelo de máxima rivalidad, con las colisiones entre los ultras sevillistas y béticos bien controladas por la policía. El fallecimiento de Miki Roqué a mediados de 2012 reforzó esa vía de concordia abierta cinco años antes. Se pudo testimoniar, una vez más, en el envío de 2.000 entradas al Betis para el Trofeo Antonio Puerta y en el sentido recuerdo a Miki Roqué durante la celebración del mismo.

Afortunadamente, desde 2007, los sucesos han sido menores, apenas han merecido unas líneas en los periódicos. Y por supuesto, apenas unos segundos, si acaso, en esos informativos nacionales que tanto se cebaron con el fútbol sevillano cuando los disturbios goleaban al juego.

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