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De Nervión a Westfalia

  • El Westfalenstadion, magno escenario para que el Sevilla sea hoy el octavo club español en llegar al centenar de partidos europeos

No anda el Sevilla para soplar muchas velas, después de que la segunda destitución de un entrenador en seis meses haya arrojado un puñado de sal a la profunda herida que abrió el Sporting de Braga en agosto. Y aunque Manzano ya mentaliza a los suyos para que se limpien la cabeza de malos rollos y miren hacia delante, la ocasión merece echar un vistazo para atrás. Cuando el balón eche a rodar hoy, el club de Nervión cumplirá su partido número 100 en competiciones europeas. Y eso, ni ocurre todos los días, ni son muchos los que lo celebran. De hecho, son siete los clubes españoles que ya han cruzado esa línea: Barça (443 partidos), Real Madrid (420), Valencia (255), Atlético (hoy cumple 223), Athletic (124), Zaragoza (109) y Deportivo (102).

Una cifra tan redonda como es el 100 merecía un rival de pedigrí, y el destino ha sido atento en ese sentido, pues al otro lado del campo aguardará todo un campeón de Europa, el Borussia de Dortmund.

Curiosamente, el Sevilla ha cubierto más de dos tercios de su centena de partidos en las últimas siete temporadas, las que lleva encadenadas como uno de los representantes del fútbol español en el Viejo Continente. El 5 de diciembre de 1995, el Barcelona apeaba bajo la lluvia al Sevilla en los octavos de final de la Copa de la UEFA con un 3-1 en el Camp Nou, después del empate a uno en Nervión. Era el partido número 30 del club blanco en Europa.

Nueve años después, el 16 de septiembre de 2004, el Sevilla de Caparrós reabría la puerta al fútbol europeo para la visita del Nacional de Madeira. Y desde entonces hasta hoy, han sido 70 los partidos que los sevillistas han añadido a su currículo, año tras año. Esa copiosa cosecha ha tenido mucho de bueno, tanto que ha llevado dos Copas de la UEFA y una Supercopa de Europa a las vitrinas de la entidad, más tres clasificaciones para la Champions (dos consumadas) y la militancia en el bombo de los cabezas de serie de la antigua Copa de Europa. Si el Sevilla se ha ganado un considerable prestigio fuera de nuestras fronteras, ha sido por lo realizado en esta singladura contemporánea.

Antes de este septenio (en el que ha marcado 120 de sus 159 goles europeos), el Sevilla era uno de tantos que descorchaba botellas de champán por el mero hecho de participar en alguna de las competiciones organizadas por la UEFA. Muchos de los sevillistas que hoy exigen a su equipo que sea alternativa a Barça o Madrid, seguramente salieron a la calle alborozados por aquel cabezazo del deportivista Alfredo en la final de Copa de 1995, ante el Valencia, que de rebote metía al Sevilla en UEFA. Y muchos de los sevillistas que recuerdan con nostalgia aquel 4-0 al PAOK tiran de memoria selectiva para pasar por alto que ocurrió en unos dieciseisavos de la UEFA, los de la 82-83. Hoy las exigencias, lógicamente, son otras. ¿La perspectiva de ver el paisaje desde arriba?

El Sevilla, por sus esporádicas apariciones hasta el referido 2004, no es ni de cerca de los equipos europeos con más tradición en las competiciones continentales. De hecho, empezó esta temporada en el puesto 75 del ranking histórico de Europa. Pero puede decir que ha participado en todos los formatos que ha ideado el organismo que radica en Suiza: Copa de Europa (6 partidos), Recopa de Europa (2), Copa de Ferias (4), Copa de la UEFA (64), Supercopa de Europa (2), Liga de Campeones (16, más 4 de la fase previa) y Liga Europa (2). Total, 100.

Y fue en la competición de la copa de las grandes orejas donde se estrenaron los sevillistas, que trataban de rehacerse tras la marcha de HH, Helenio Herrera. El Real Madrid, que defendía el título de campeón continental, había ganado la Liga anterior, y como el Sevilla quedó segundo, obtuvo billete para la Copa de Europa de la campaña 1957-58. El kilómetro cero se puso en el Viejo Nervión el 19 de septiembre de 1957. Allí comparecía el Benfica, cuando el Benfica aspiraba a ganar, y a veces ganaba, la ansiada copa. El técnico Satur Grech alineó a Busto, Romero, Campanal II, Valero, Ramoní, Herrera II, Antoniet, Arza, Pepillo, Pepín y Pahuet. Este último extremo alicantino inscribió su nombre como primer goleador del Sevilla en competición europea. El partido acabó 3-1.

La temporada de su estreno quedó como la más brillante del club blanco hasta la UEFA de 2006, ya que el Sevilla eliminó al Benfica, luego al Aarhus danés y se plantó en cuartos de final de la Copa de Europa, que entonces disputaban sólo 32 equipos bajo el formato de eliminatoria directa a doble partido. El Real Madrid, que revalidaría luego su entorchado, laminó las ilusiones sevillistas con aquel 8-0 en Chamartín, pero ahí quedó el meritorio estreno en la competición de más rancio abolengo.

Luego, con el declive del Sevilla en las décadas de los sesenta y los setenta, las apariciones más allá de los Pirineos se sucedieron muy de vez en cuando y con eliminaciones en algunos casos, ante auténticos ningunos. No fue el caso en la Recopa de la 62-63 (también la jugó por condición de subcampeón copero ante el Madrid), donde sucumbió ante el Glasgow Rangers, entonces más potente que el de nuestros días, pero sí que fueron poco honrosos los fracasos ante el Dinamo de Pitesti rumano y el Eskisehispor turco en las Copas de Ferias de la 66/67 y la 70/71.

El cambio a la Copa de la UEFA sentó mejor a los sevillistas, que cuajaron una festiva participación en la campaña 82/83, ilustrada con esa foto de la oronda figura de Cardo suspendido en el aire, henchido de alegría gritango gol en la banda del Pizjuán la noche de la goleada al PAOK. Luego, la foto de Currito Sanjosé junto a Briegel en el sorteo de campos ante el Kaiserslautern (un tratado antropológico, más que una imagen) no presagiaba nada bueno para el equipo latino, como así fue.

Peor le fueron las cosas al Sevilla de Cardo en la siguiente UEFA, la de la temporada 83/84. Un gol de rebote en el último minuto de la vuelta ante el Sporting de Portugal, en el viejo Alvalade, supuso el 3-2 definitivo y apeó a los blancos en la primera eliminatoria. La ida, con un jovencísimo Futre que ya era ídolo de los leones lisboetas, acabó 1-1.

Antes de la referida UEFA 95-96 que acabó en el Camp Nou, hubo otra participación muy gris, la que propició aquel buen Sevilla de Cantatore y Polster. El PAOK se cruzó de nuevo en el camino y de nuevo cayó, aunque esta vez en una tanta de penaltis en el estadio de la Tumba de Salónica, resuelta con un zapatazo raso y fuerte de Diego Rodríguez al fondo de la portería. Pero en la segunda eliminatoria, un saque de banda de Serrano, aquel delantero que Cantatore quiso convertir en lateral diestro, y una cantada de Unzué torcieron mucho el pulso con el modesto Torpedo de Moscú, que aguantó en Sevilla el chaparrón (2-1) tras el 3-1 en la capital de todas las Rusias.

Pero el Sevilla comenzó a reescribir su historia europea en este último septenio. Después de malograr en el año 2005 una ocasión ideal, ante un Parma menor, para plantarse en unos cuartos de final de la UEFA, el Sevilla se ha situado en la primera línea del escenario europeo. De ser uno más, a ser primero campeón de la UEFA, después supercampeón de Europa y otra vez campeón de la UEFA. Era el Sevilla de Juande, pero también de Palop, Daniel, Javi Navarro, Jesús Navas o Kanoute. Y también el Sevilla de Puerta, el hombre, luego leyenda, cuyo gol al Schalke cambió la vida a los sevillistas. Lo que vino después de esa noche del Jueves de Feria es bien conocido. Todos lo recuerdan, pues aunque hoy, con el regusto amargo de la actualidad, parezca un tanto lejano, sucedió ayer mismo.

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