Almería | sevilla · la crónica

Siempre gana, da igual quien juegue (0-1)

  • El Sevilla, a pesar de las numerosas bajas, se impuso al Almería con relativa comodidad y sigue en los puestos más altos · Los hombres de Jiménez defendieron con autoridad y aprovecharon una de sus escasas ocasiones

Hermoso ejercicio de responsabilidad colectiva del Sevilla de Manolo Jiménez para sumar un meritorio triunfo frente al Almería a pesar de las numerosas bajas con las que acudía a la cita. Luis Fabiano y Kanoute estarían en sus respectivos domicilios particulares, igual que Renato, Chevantón, Diego Capel, Dragutinovic, Mosquera y hasta Kone o Javi Navarro, por citar a todos los aquejados de lesiones, pero la tropa del entrenador nacido en Arahal se arremangó y llegó a convertir a los almerienses, muchas veces piropeados con razón, en un equipo bastante vulgar. Desde las grandes estrellas hasta los peones más secundarios, en este Sevilla todo es susceptible de cambiar, excepto una cosa, que casi siempre acaba con triunfo los partidos en los que litiga.

Así fue en la lluviosa noche almeriense a pesar de los numerosos inconvenientes previos. Porque por ponerse mal la cosa hasta Jesús Navas era sometido a una prueba en el calentamiento previo al choque para ver si estaba en condiciones físicas para afrontarlo. El extremo palaciego dijo sí, pero tampoco hubiera importado en exceso. Jiménez hubiera afrontado el pleito con once futbolistas, jamás con diez, y eso supone una paridad para este Sevilla que lo suele conducir hasta las victorias. Da igual, aunque obviamente sea preferible que estén Luis Fabiano, Kanoute o Renato, que la pareja de delanteros la integren Romaric y Acosta, el Sevilla al final festeja que ha vuelto a sumar tres puntos. Y lo hace con David Prieto, Fernando, Armenteros o Fazio en el campo.

El encuentro, sin embargo, exigía una modificación del libreto y cabe suponer que hacia ello se habían dirigido todos los entrenamientos realizados durante la semana por Manolo Jiménez y sus ayudantes. Sin una referencia nítida arriba, capaz de bajar los balones o de pelearlos cuando llegaban por el aire, lo más normal hubiera sido otro estilo de fútbol. Por ejemplo, que los extremos en lugar de correr de manera paralela a la banda para buscar posteriormente los centros en busca de ningún rematador, apostaran por tirar directamente hacia la portería de Diego Alves en sus carreras. Cierto que el Almería siempre mostró una cara desconfiada y Arconada ordenó que cerraran todos los espacios con una aglomeración de piezas por esa zona defensiva a pesar de jugar en casa, pero tampoco parecían muy aprehendidas esas nuevas vías de juego por parte de los nervionenses.

El resultado fue un primer periodo bastante nivelado, con más buenas intenciones que fuego real por parte de uno y otro equipo. El Sevilla intentaba salir, presionaba arriba y nunca se parapetaba en las cercanías de Palop. El Almería, por contra, dejaba en una isla a Negredo en espera que éste fuera capaz de aguantar un balón de espaldas para posibilitar la llegada de sus compañeros en una nueva oleada. Está claro que el planteamiento de Jiménez era el más valiente, pero tampoco sirvió para que llegaran ocasiones claras para haber batido a Diego Alves antes del intermedio. Un disparo de Acosta tras un desmarque y una chilena algo precipitada de Duscher fueron la escasa producción ofensiva del conjunto que ayer ejercía como visitante. En su haber, dicho sea con toda justicia, que Palop tampoco sufrió ningún susto, ni siquiera uno, a la hora de defender su arco.

Acordarse de los ausentes siempre fue más propio de los perdedores y este Sevilla apuesta justo por todo lo contrario, por tener un talante ganador en todo momento, pero a la vista del transcurrir del juego pareció inevitable que así sucediera, que se echara de menos el concurso arriba de Kanoute o Luis Fabiano, particularmente estos dos, o incluso de Renato en el enlace. Y no tanto por Acosta, que corría sin cesar y hostigaba una y otra vez a los zagueros rivales, sino por Romaric o Maresca, quienes no eran capaces de comprender que ellos tenían que convertirse en las verdaderas referencias, ya fuera con sus pases a los huecos o con sus llegadas al remate en segunda oleada.

Parecía condenado a un discurrir idéntico en el segundo periodo, aunque muy pronto se comprobó que sólo sería así hasta que el Sevilla marcase su primer gol. Los hombres que ayer vestían todo de negro salieron con valentía tras el intermedio y tuvieron cerca algunas opciones a través de Adriano y Acosta antes de que el brasileño, el único brasileño con el que pudo contar ayer Jiménez, acertara con la portería de su compatriota Diego Alves. Desde entonces se vio a un Sevilla distinto, fuerte, ordenado, rocoso, impenetrable para el Almería. Salió Fazio y después debutaron Armenteros y Fernando, pero todo daba igual, estaba cantado que, con unos o con otros, el resultado iba a ser el mismo, que el Sevilla iba a volver a ganar. Así fue, es lo único que no cambia.

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