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Sólo le cambió la faz de perdedor

  • El Sevilla de hoy es calcado al de hace un par de demanas: cambien a Javi Varas por Palop y a Marcelino por Míchel · Otra vez duró la intensidad media hora larga, lo que tardó en acusar su desequilibrio en la medular

Más de un aficionado podrá leer esta mañana en diversos medios escritos, junto a su papelón de calentitos y su café con leche, que Míchel revive al Sevilla, que el equipo es otro bajo la dirección técnica del madrileño, que ya se nota su mano, que ha devuelto a los chicos las ganas de jugar y hasta de vivir. Pero no será en esta página, en este análisis, donde vea reflejada esa opinión. No. Cambien a Palop por Javi Varas en la portería y a Míchel por el entrenador asturiano en la banda, y tendrán al mismo Sevilla que compareció ante los rojillos enfangado hasta las cejas. El mismo. Con sus virtudes, y con sus defectos.

Salió con un once alegre y sin apenas centrocampistas; fue capaz de jugar con buen son y profundidad, sometiendo a Osasuna, durante media hora larga; cuando perdió gas en el medio perdió metros, el rival vio el agujero... y menos mal para los sevillistas que apareció Palop, como antes lo hacía Javi Varas. Pero que nadie se llame a engaño: el desequilibrio táctico persiste.

Defensa

Tener a Medel por delante no asegura una tranquilidad absoluta, pero descarta muchos riesgos. Entre otras cosas, porque el chileno, sobre todo en casa, invita al equipo a apretar arriba y hace que la defensa se aleje de su área. Osasuna no presionó la salida del balón del Sevilla hasta que fue por detrás en el marcador. Y entonces fue cuando afloró un defecto insistente en los blanquirrojos esta temporada: su empeño en sacar el balón jugado siempre conlleva riesgos. Hay que saber cuándo apelar al pelotazo destemplado aunque se renuncie a un ataque. Pero a este Sevilla le cuesta una barbaridad recurrir a esta vía de pragmatismo. Osasuna apenas construyó fútbol desde atrás, pero en un par de acciones en que fue a morder porque percibió que el jugador de blanco no lo veía claro, robó la pelota en zona de riesgo y originó un fuego. El más claro, en esa pérdida de Rakitic que no fue penalti a Nino por la impericia del atacante y la experiencia de Palop.

Tras el descanso, los problemas se agravaron atrás por dos motivos: la ya habitual pérdida de fuelle en el medio -por falta de piezas y por escasa calidad física del equipo, como ya hemos resaltado varias veces esta temporada- hizo al Sevilla perder el pulso en balones divididos, forcejeos, segundas jugadas. Y con eso, la defensa dio el paso atrás. Segundo motivo: Mendilibar metió más dinamismo con la entrada de Lamah e Ibrahima por Lolo y Lekic.

Ataque

El Sevilla ganó ayer a Osasuna -con merecimiento, hay que dejarlo claro- por la misma vía que ganó algún partido con Marcelino García Toral, el entrenador al que condenó su negativa a ver que la plantilla actual del Sevilla Fútbol Club no es apta para ese patrón de 4-4-2 que a todos los efectos es un 4-2-4, pues qué son Navas, Negredo, Kanoute y Reyes si no delanteros.

Para la esperanza la primera media hora con Kanoute engarzando juego entre líneas, Reyes acudiendo a zonas interiores o a la derecha para asociarse, Rakitic más dinámico, Jesús Navas erre que erre y hasta Medel irrumpiendo arriba, como en su gol. Está en Míchel que ese juego dure al menos una hora o 75 minutos. Pero es necesario que haya más equilibrio táctico.

Virtudes

Ha sido capaz de cortar la racha con carácter, implicación plena. Y media hora larga de fútbol del bueno. Es la premisa para creer.

Talón de aquiles

Esa falta de continuidad parece un mal endémico. ¿O no?

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