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No es 6 de enero, es el día de Reyes

  • Clave Con la Copa en juego, la grada debe mostrar en su debut en casa la ilusión de los 5.000 que aclamaron su presentación.

Cuando el sevillismo demuestra la misma facilidad para ilusionarse que para caer en el mayor de los catastrofismos, partidos como el de hoy vienen a ser como una prueba de madurez para calibrar la solidez de sus convencimientos. Cierto es que el guiso no está despidiendo el olor de tiempos pasados, pero que estén en juego unos cuartos de final de Copa y que se lleve a efecto el tan ansiado regreso de José Antonio Reyes al Ramón Sánchez-Pizjuán deben ser motivos suficientes como para que el estadio nervionense luzca esta noche, si no el ambiente de las grandes citas o finales, sí una atmósfera especial que le ponga las cosas más llevaderas a los discípulos de Marcelino.

Porque si el pasado 6 de enero se desataba una euforia con Reyes que no se recuerda en este club con un fichaje en el día de su presentación, con 5.000 aficionados en las gradas, no se podría entender que el Sevilla-Valencia de hoy registre una floja entrada con sólo un 1-0 en contra que traen los de Marcelino de Mestalla o que a las primeras de cambio la hinchada le vuelva la cara al equipo.

La posibilidad de seguir adelante en un torneo que le ha dado muchas alegrías a los sevillistas y que sigue dominando en el cómputo global de la última década debería ser suficiente para pisotear cualquier duda por muy justificada que esté en el proyecto a la hora de apoyar al Sevilla en una noche en la que de verdad lo necesita. El patio está revuelto, quizá más de lo que debería analizando con frialdad todo lo que ha pasado, pero no deben pesar más las ganas de revolverlo más todavía que las de enderezar el rumbo y volver a la normalidad.

Reyes vuelve a pisar el césped del Sánchez-Pizjuán y sólo por eso debe ser un día grande. Y al fútbol del utrerano y a la pasión que sus carreras provoquen en la grada en su regreso debe apelar este Sevilla alicaído que necesita un golpe de fortuna, un motivo para sonreír, un triunfo que celebrar...

El ambiente en torno a Marcelino se empieza a parecer peligrosamente al que tuvo que soportar Manolo Jiménez y que se acabó llevando por delante al de Arahal por mucho menos de lo que hoy es capaz de ofrecer este Sevilla que, clasificatoriamente, está fuera de Europa en la Liga y desde hace mucho tiempo -desde agosto- en los torneos que organiza la UEFA.

El rival, además, no es que lo parezca, es que se ha engrandecido desde entonces con respecto a su nivel comparativo con el Sevilla. El Valencia hoy por hoy es un equipo más equipo que el conjunto de Nervión en plantilla y en el plano competitivo si el análisis se extrae desde la regularidad. Su entrenador, Unai Emery, era junto al propio Marcelino uno de los canditatos preparados y capacitados para dirigir la nave que entonces llevaba Jiménez. ¿Cómo es que ahora, tras cuatro meses de competición, el asturiano ya no lo es?

El proyecto sigue su curso y otra cosa será si cae en la Copa, pierde ante el Espanyol el sábado y regala el derbi, pero todo eso es adelantarse a los acontecimientos y dejarse llevar -deporte preferido en esta ciudad y en esta afición- por un catastrofismo supremo. Es verdad que no se puede permitir el Sevilla ni un tropiezo más ni Marcelino perder más crédito del que ya ha perdido, pero empezar por el final tampoco es bueno. El Sevilla está capacitado para vencer al Valencia a un partido porque ya lo hizo, no se olvide, con ayuda de la grada nada menos que con nueve jugadores. Apelar a eso es lo que debe servir de bandera al sevillismo esta noche, encima con la motivación añadida de ver a Reyes vestido de nuevo con el escudo de su club.

Analizado todo lo anterior, tampoco conviene dar la espalda a la realidad y reconocer que las dudas no son gratuitas y que Marcelino y los suyos han hecho muchas cosas mal como para que la gente esté así. La derrota en Vallecas ha agravado en lo anímico una situación que ya venía complicada con una racha de sólo dos victorias en diez partidos de Liga, indigna a todas luces para un equipo que aspira a la cuarta plaza. Y se quiera o no, mientras la ilusión vuelve a centrarse en los fichajes para la delantera, lo que vuelve a chirriar es un sistema defensivo cuyos defectos el entrenador achaca a falta de compromiso, de sentido de colectividad, de concentración... de falta de algo a algunos jugadores en unas declaraciones que se han calificado como a todas luces poco afortunadas. El análisis también se podría hacer en otros caminos, como la falta de continuidad de la columna vertebral (continuo baile en la elección de los centrales) o, sencillamente, la confección pura y dura de la plantilla.

Marcelino pensará que deben volver Medel y Trochowski para que el acero vuelva al centro del campo, rezará para que no se produzcan regalos como ante Levante, Valencia y Rayo y para que Javi Varas recupere la mitad del nivel que ofreció en el primer tercio de Liga. Arriba, que fluya la capacidad para generar ocasiones que, aunque a ratos, no ha faltado en esta mala racha de resultados y para que Negredo esté acertado. O Kanoute, porque la verdad es que en días como éstos, sobre todo en casa, es cuando suele aparecer el gigante franco-malí para llevar una sonrisa a la grada. El único que últimamente lo hace. Salvo Reyes, aunque haya sido sólo en el 6 de enero, el día de su presentación.

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