El otro partido

Y el 'goal average', ¿qué?

  • El sevillismo disfrutó con un milagroso triunfo que pudo ser más amplio en un final de locos · La Champions no casa con un equipo que tapa con corazón sus carencias.

Otro partido más, y van incontables, el Sevilla ganó como pudo perder. Es el cara y cruz de cada domingo, una realidad que deja mucha frustración cuando el equipo empata o pierde como en Mallorca y Getafe y que, en el caso de este triunfo y por el angustioso desarrollo del encuentro, fue celebrado a lo grande por el sevillismo pese a lo poco que significó en las actuales circunstancias. Bueno, tan poco no significó, puesto que el equipo, el grupo de futbolistas más bien, que dirige Gregorio Manzano amarró con uñas y dientes tres puntos cruciales para agarrarse al puesto de privilegio que, por ahora, le da derecho a jugar la Liga Europa. Hablar de Champions llega a doler para el sevillista, y no sólo porque la victoria contra el Villarreal quedara minimizada una semana antes en Getafe, sino porque no casa hablar de la máxima competición continental con el juego de un equipo sin norte que tapa sus enormes carencias con corazón y garra.

Con todo, en esta nueva manifestación de la ruleta rusa a la que parece tan adicto Manzano, el Sevilla incluso pudo ganar el goal average al Villarreal. Kone y Romaric, en un final de locos y con el Sánchez-Pizjuán convertido en un manicomio, pudieron hacer el 4-2 en los minutos 94 y 95. Ambos erraron y el Sevilla no le ganó la diferencia de goles particular a un rival que ya no se puede considerar directo en la lucha por esa quimera de la Champions. Ocho puntos de diferencia con 15 por delante es un abismo, aún más viendo cómo se desenvolvió un Villarreal que, pese a tener en ciernes la ida de las semifinales de la Liga Europa frente al potentísimo Oporto, se dejó el alma y su exquisito fútbol en su intento vano de remontar la cuesta empinada del marcador. La diferencia entre el actual Sevilla y el actual Villarreal es casi sideral, aunque ganase el local, como pudo perder en un encuentro vibrante que tuvo de todo. Se quejaba Manzano de las bajas de Kanoute, Jesús Navas y Medel, con razón, pero es que Juan Carlos Garrido planteó mejor el partido a pesar de reservar a Rossi y Cani, que sí salieron en la segunda mitad, y a Borja Valero y Capdevila, que estaban en el banquillo, en vista de esa semifinal del jueves con el campeón luso.

Al final del encuentro, en medio de ese frenesí de ida y vuelta, con rifirrafes, un disparo al palo de Rossi tras su agresión a Escudé, la expulsión de Marchena, los contragolpes aisladísimos y tardíos del Sevilla y los paradones de Javi Varas, nadie se acordaba del goal average. La hinchada estaba más preocupada de que su equipo ganase, como fuese, porque en el Sevilla ya nadie piensa en la Champions.

Si acaso Manzano puede tener la lejanísima esperanza de obrar el milagro como visado para asirse al banquillo de Nervión. Pero, ¿entonces por qué tardó tanto en sacar a Romaric y Renato para intentar frenar la sangría que estaba provocando la superioridad táctica y técnica del Villarreal en la medular? ¿Acaso él mismo no había avisado de que dominaría el partido quien mandase en el centro del campo? En su descargo, hay que reconocer que tenía poco en el banquillo para elegir, en una plantilla en la que faltan futbolistas para engarzar el juego, pero, ¿cuándo se va a dar cuenta de que Rodri y Negredo son dos delanteros puros y que con ellos juntos falta una línea de pase, ese añorado rol que hace Kanoute? ¿Ya no vale Luis Alberto? ¿Y Salva?

Ante el aluvión amarillo y los vanos intentos de Zokora de guardar su parcela, Rakitic multiplicó sus piernas para tapar huecos y se notó su abstinencia ofensiva, golazo de falta al margen. Es la gran esperanza de futuro, como lo es Trochowski. El suizo-croata tuvo fuerzas para aparecer en ataque al final y dar la opción del 4-2. Pero, ¿a quién le importa ya el goal average?

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