La Crónica

El mal de la indefinición (2-1)

  • El Sevilla encaja la tercera derrota seguida en la Liga por sus persistentes errores y su falta de determinación para asir el partido · El zafarrancho que tocó Reyes se frenó con su tirón.

El Sevilla se ha metido en una fea dinámica, muy fea, y algunas miradas empiezan a volverse a Marcelino, bajo cuyo mando naufragó en Liga por tercera ocasión consecutiva, una racha demasiado larga y negativa. El Rayo Vallecano se impuso con poco, apenas le bastó aprovechar los errores de un rival que tardó demasiado en cogerle el pulso al partido y luego estuvo a remolque tras un par de yerros muy evitables en dos momentos de los que hacen daño, en el alargue antes del descanso y al inicio de la segunda parte, cuando el equipo intentaba desperezarse y reaccionar. El Sevilla volvió a perder presa del mal de la indefinición y también por carecer de fortuna, algo consustancial al fútbol, en esos momentos puntuales. El debut de Reyes fue lo más esperanzador y positivo de la fría mañana vallecana, pero hasta ahí le dio la espalda la suerte al Sevilla, porque cuando mejor estaba el equipo al son que marcaba el utrerano un inoportuno tirón obligó a que fuera sustituido. El arreón final, con balón al larguero de Negredo, no esconde un cúmulo de carencias que no se sabe si responden a lo anímico, a lo técnico, a las decisiones del entrenador o a todo mezclado en un cóctel muy peligroso. 

Porque este Sevilla vuelve a destapar errores del pasado, como la endeblez defensiva y la facilidad para encajar goles absurdos, y ha perdido contundencia, pegada, aun habiendo pisado más el área contraria que el rival. Es decir, el equipo parece que ha perdido sus señas de identidad, o que éstas relucen demasiado a cuentagotas, en una guadianesca indefinición de juego y carácter. 

De entrada, hay que reseñar que Marcelino arriesgó mucho dando entrada en el equipo a demasiados jugadores que venían de periodos de inactividad. Escudé, el propio Reyes, Perotti... Si bien es cierto que el equipo debía ser refrescado tras el esfuerzo copero del jueves por la noche, también lo es que los cambios condicionaron al Sevilla en demasía. Con Reyes en su esperado reestreno y la vuelta al 4-4-2 y Fazio sustituyendo a Medel en el eje de la medular, el equipo tardó en adaptarse a las condiciones del partido, del irregular césped, de la estrechez de un campo que se le hizo corto durante la primera mitad. Y el centro del campo volvió a adolecer de falta de carácter para imponerse a un Rayo que presionaba en campo contrario y atosigaba a Reyes por medio de Javi Fuego para que la desconexión de líneas fuera la dinámica del primer periodo, en el que Rakitic sacó su cara mala, la de la endeblez y la imprecisión. 

Aun así, el Sevilla tuvo llegada cuando se fue haciendo con las riendas de aquello. El horario, la puesta en escena de demasiadas piezas que no venían jugando, el césped irregular, muchos condicionantes para un equipo que sigue echando en falta una voz de mando potente sobre el campo. El Rayo, pese a su presión, apenas inquietaba a Javi Varas y por ahí comenzó a entender el Sevilla que tenía que estirarse. Luna, que repitió como extremo izquierdo tras la prueba de Valencia, percutió por su flanco y conectó con Reyes: hubo llegadas que debieron tener fruto en el marcador, pero ni el lebrijano ni el utrerano anduvieron atinados cuando pisaron área. 

Pero esa mejoría se fue al traste en otra indefinición defensiva muy dañina, otro tú por mí como el día del Levante con Fazio de protagonista junto a Javi Varas. Ese minuto 46 de la primera parte dejó tocado al equipo, que aún vería cómo se le ponía más cuesta arriba aquello con otro yerro de Escudé tras una pérdida de Reyes. Piti avanzó muchísimos metros sin oposición antes de ver a Tamudo, que le cogió la espalda al francés y destapó otra de las carencias del equipo. El Sevilla, otra vez se vio, sufre mucho en las transiciones rápidas en contra. 

Con todo, Marcelino meneó el árbol con los cambios y Reyes, ya en la izquierda, demostró que puede entenderse muy bien con cualquiera que tenga capacidad para ver el fútbol de verdad, no el pasecito corto y seguro al pie: por ejemplo, Rakitic. El utrerano había tocado zafarrancho y combinaba con electricidad, ofreciendo espacios donde es difícil verlos. En pleno zafarrancho sevillista le brindó una ocasión de oro a Perotti y le dijo métela, pero el argentino aún no está suelto tras su lesión. Fue la antesala del 2-1, que llegó producto de la sociedad que habían montado Rakitic y Reyes. Córner en corto del croata al utrerano, devolución rápida y precisa y disparo seco de aquél a cuyo rechace anduvo presto Escudé para hacerse perdonar por el caro despiste del 2-0. 

Sin embargo, a este Sevilla que va demasiado a remolque del contrario y que a veces está al pairo de los elementos, como al perro viejo, le salen pulgas por todos lados y cuando más daño hacía el utrerano se echó la mano atrás del muslo y pidió el cambio. Por ahí empezó a morir el Sevilla, que volvió a caer en ese mal de la indefinición, de la falta de fe o de criterio en un quiero y no puedo preocupante, con el Rayo crecido defendiendo la presa cobrada. Aun así, el equipo aún tuvo arredros y en un arreón final mereció incluso el empate. Pero la suerte castigó tanto yerro y tanta indefinición, la preciosa volea de Negredo se fue al larguero y tampoco Kanoute atinó al rechace, y el Sevilla hizo lo que desde que encajó el gol Javi Varas en el alargue del descanso se empezó a ver venir, perder, porque este equipo, en estos momentos, da la sensación de que ante el primer avatar en contra cae en un mar de dudas y cuando sale de él lo hace a chispazos, como los que ofreció Reyes. Su reestreno, al menos, es una gran puerta para la esperanza.

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