tragedia en el mediterráneo Los pasajeros tuvieron que buscarse ellos mismos los chalecos salvavidas

"La tripulación nos abandonó"

  • Un matrimonio sevillano que celebraba sus bodas de plata sobrevive a la pesadilla del 'Costa Concordia' y lamenta el caos que siguió desde el momento del impacto

Los sevillanos Adela Moreno y su marido habían embarcado el lunes 9 en el Costa Concordia para celebrar el 25 aniversario de su matrimonio. Pero lo que era un viaje de alegría se convirtió en tragedia el viernes, "mientras estábamos cenando en el restaurante Milano del barco".

Sobre las 21:30 ambos escucharon un ruido que les sobresaltó. "Mi marido tiene una barquita y nosotros solemos salir a navegar, así que enseguida nos dimos cuenta de que el barco había chocado con algo, aunque lo primero que dijo el capitán es que se trataba de un problema eléctrico que se solucionaría pronto", comenta la mujer con la voz todavía impactada por la experiencia vivida.

Pero la verdadera magnitud del suceso se intuyó cuando el barco empezó a inclinarse. "La cara de los camareros cambió y nos dijeron que fuéramos deprisa a la cubierta que teníamos asignada, pero pasó casi hora y media hasta que sonó el pitido de alarma que indicaba que nos pusiéramos los salvavidas. Pero la tripulación no nos los quería dar y los tuvimos que buscar por nuestra cuenta, hasta que los encontramos en uno de los baúles de la cubierta. La tripulación nos abandonó".

En la cubierta, Adela y su marido vieron luces y creyeron que se trataba de algún barco que venía a socorrerles, pero se trataba de las luces de la pequeña localidad de Giglio, a cuya costa el crucero se había acercado de manera temeraria.

La gente empezó a abalanzarse sobre las lanchas salvavidas y "aquí se produjo otro problema, ya que las puertas de los botes abrían hacia afuera y como la gente estaba arremolinada no había forma de abrirlas. Al final, unos hombres lo lograron y la gente empezó a subir al asalto, los niños casi volaban por los aires... Era algo dantesco porque mientras tanto el barco se inclinaba más y más", señala Moreno.

Después de algún problema más (una de las poleas del bote bajaba pero la otra no) consiguieron por fin llegar a tierra, descalzos, sin documentos, sin nada de abrigo, ateridos de frío...

"En la pequeña isla no nos pudieron dar nada. Yo seguía descalza. El cura abrió la iglesia e intentó ayudar en todo lo que podía, al igual que los habitantes, pero nadie de la tripulación hizo nada especial. De hecho ya estaban todos allí, incluido el capitán, cuando llegamos nosotros", relata Moreno quien junto a su marido fueron trasladados sobre las nueve de la mañana a otra isla más grande. "Allí sí que nos dieron mantas, aunque yo me tuve que conseguir unas zapatillas en la farmacia del pueblo. Esa ropa de abrigo y la ayuda de la Protección Civil italiana habrían hecho más falta en la islita de Giglio", comenta.

Trasladados a Roma, fueron atendidos por el embajador y el cónsul, que les proporcionaron los visados para que pudieran regresar a Sevilla. "La empresa de cruceros nos decía que nos trasladarían a Barcelona y de allí ya verían cómo podían llevarnos a Sevilla. Pero nosotros nos pusimos en contacto con la agencia de viajes con la que habíamos contratado el crucero, que se hizo cargo de todo. Nos llevarona Madrid y de allí, en AVE, a Sevilla", donde ahora se reponen de la pesadilla.

Adela Moreno agradece que tanto ella como su marido estén bien después de la tragedia vivida y termina con una reflexión: "Al final, menos mal que el naufragio se produjo cuando todo el mundo estaba despierto. Si llega a ocurrir de madrugada, con la gente durmiendo, la tragedia hubiera sido mucho mayor".

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