Renovarse o morir pero para bien, por favor. El pasado jueves se celebró la segunda gala de Gran Hermano 12+1, una noche en la que quedó lo suficientemente claro que el reality ya no es lo que era. Vamos, que no tiene nada pero nada que ver con aquel programa que creó sensación hace más de una década y que edición tras edición ha ido perdiendo toda su esencia. Giros de tuerca a los que la cadena y la productora no se resisten pero ante los que los seguidores del espacio se han mostrado disconformes en distintas ocasiones. La gala empezó con tres concursantes haciendo una carrera por las calles de Madrid para llegar a Guadalix, el primero en llegar a meta se convertiría en el nuevo concursante de la casa. El concursante '+1' de cada semana, que en esta ocasión recayó en Verónica, una leonesa afincada en Bilbao bastante sosa, por cierto. A ella se sumará la semana que viene el concursante pujador de eBay, que ha pagado casi 70.000 euros por ser concursante del programa. ¿Frivolidad, sueños por cumplir o un todo por la fama? Y el país en crisis...

"Ya ha empezado la salsa", dijo Mercedes Milá tras ver los vídeos de los primeros conflictos y vivencias de los nuevos habitantes de la casa. Polémicas que llegan este año demasiado pronto y que hacen pensar que estos grandes hermanos vienen un poco, bastante, curtidos en materia de reality. Una convivencia demasiado previsible y poco natural que pone fin a los propósitos del programa de volver a sus orígenes. Definitivamente, eso ya es imposible. Y es que esta falta de espontaneidad se suma a que los nominados se enfrentan en esta nueva entrega a su paso por la casa y a una entrevista con Mercedes Milá antes de ser definitivamente expulsados. Algo que han presentado como un giro espectacular y novedoso y que no hace más que contaminar el propio concurso, que hasta la fecha se basaba en el aislamiento absoluto, y acabar con el factor sorpresa que tanto enganchaba de las expulsiones. Como la de Zulema, la primera en salir de la famosa casa tras unas nominaciones secretas.