Visto y Oído

francisco andrés gallardo

Forrrenta

Era un adolescente cuando se apretujaba en la furgoneta que llevaba al centro de Madrid a los trabajadores de TVE en el Paseo de la Habana. Antonio Fraguas, meritorio en el único plató de la única tele durante mucho tiempo, agudizó sus dotes de observación a fuerza de montar imágenes y asistir a diario al zoológico social más delirante de esa España vetusta. Una TVE que se estiraba y donde se forjó la sombra política de Adolfo Suárez o la pericia de cineastas como Mario Camus, Manuel Summers o Pilar Miró. Y un descarado uruguayo llamado Chicho. Fraguas pertenece a aquella época, donde el censor de la casa, Paco Ortiz (suegro de Gunilla), medía faldas e incluso miraba la pantalla desde abajo por si una imposible perspectiva regalaba anatomía de más. Llevaba una infantería de echarpes para tapar los escotes de las cantantes y todo ese ridículo le despertaba una cándida sonrisa al joven funcionario. Entre esa experiencia de genios y cretinos surgió la vocación de trasladar a dibujos situaciones cotidianas, pensamientos y críticas, sobre un país que algún día, pensaba algún coetáneo, debería cambiar tras forrenta años. Fraguas se convirtió en papel en Forges, sobre todo para esquivar represalias en el trabajo, y a través de su estilo tan diferenciado fue contando los cambios entre inmovilistas, náufragos, Conchas orondas y tiernos fulanos con bigote. Su hermano José María, Pirracas, dio al botón de off en el Pirulí en la huelga de 1988.

Antes del matrimonio de Tip y Coll o del de Faemino, Forges se sacó en TVE aquello de Muliñandupelicascarabajo, su humor en carne y hueso. Y absurdo. Aparecían los 70 y voló de Prado del Rey, donde llegó a ser coordinador de estudios, un puesto para un tipo gris o alguien con ínfulas políticas. El destino de ese dibujante germinado entre cables y censores estaba en la risa, la protesta y la curiosidad. Para los que adquirimos por fascículos cada semana, con dedicación jesuítica, Historia de aquí y la Historia Forgesporánea su muerte nos da un pellizco en la adolescencia.

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