TV-Comunicación

Política, mafia y Vaticano

  • 'Suburra', la primera serie italiana de Netflix, es un gran 'thriller' realista que se adentra en el submundo romano

Alessadro Borghi y  Eduardo Valdamni, protagonistas de 'Suburra'.

Alessadro Borghi y Eduardo Valdamni, protagonistas de 'Suburra'. / netflix

"La Suburra, este lugar no ha cambiado en 2000 años. Patricios y plebeyos, políticos y criminales, prostitutas y curas… Roma". La frase, pronunciada por el actor Francesco Acquaroli (Samurai en la flamante serie de Netflix) recoge una síntesis de esta precuela de la película de 2015 del mismo nombre, basada a su vez en la novela de Giancarlo de Cataldo y Carlo Bonini editada en 2013. Suburra, barrio de la antigua Roma, quiere ser un reflejo extrapolado en el tiempo a la Roma actual. Y en definitiva al mundo de la política, la corrupción, la poca vergüenza, los falsos oropeles y el figureo a la italiana, el crimen organizado y hasta las cloacas del propio Vaticano.

Netflix se estrena produciendo su primera serie en Italia, Suburra: Blood on Rome, con algo que funciona como imagen de marca asociado a un país: la mafia, en la que para rebajar el tono narrativo se incluyen impresionantes imágenes de postal animada: la turística y monumental capital romana, con magníficos planos que sirven de transición a diferentes aspectos del irreverente relato seriado. Si bien pudiera recordar a la cruenta Gomorra, otra serie sobre la mafia, el relato es menos crudo lejos del gatillo fácil (que lo hay), manteniendo la tensión de un thriller por entregas.

Tras un flashforward:Il giorno prima" (El día anterior), así empiezan los diez capítulos de esta primera temporada (seguro que habrá más) que ya se encuentra al completo a disposición de los suscriptores de Netflix: generando expectativas, contando parte del desenlace del capítulo pero sin hacer espoiler. Ese es el método utilizado para atrapar el interés del espectador, de un mundo y submundo que no es novedad ya en el universo de las series, pero que está bien construida.

Dos familias del crimen organizado, los Adami con un vástago en rebeldía; los gitanos Anacleti, con otro miembro que es un verso libre y por salir del armario; el infamado hijo pijo de un inspector de policía, pequeño delincuente que por casualidad llegan a formar una banda de delincuentes que compite con la Mafia, por la adquisición de unos terrenos del Vaticano donde hay tela que contar. La actriz Claudia Gerini, Miss Teenager en 1985, borda el papel de la ladina asesora del Vaticano, Sara Monaschi. El Hay-untamiento, con comisiones y dossieres de infarto Dios mediante, en el ojo del huracán y la corrupción sin recato, asumida y asumible por los artífices de todo el que manda o cree mandar. Todo ello a 15 días de la dimisión anunciada del alcalde de Roma, al que no se ve en toda la serie, que tendrá que firmar lo que otros le cocinen en los cenáculos del poder y del crimen: lujosos despachos y garitos de medio pelo. Una conjura sin manual que tiene múltiples resoluciones.

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