Toros

Firmeza y temple de López Simón

tercer FESTEJO de la feria del toro de pamplona Ganadería: Cuatro toros de Jandilla y dos -segundo y sexto- de Vegahermosa, de la misma casa y encaste. Serios y de juego desigual, tanto en varas como en tras las telas; el mejor, el tercero, TOREROS: Juan José Padilla, de blanco y oro con cabos negros. Estocada (silencio). Pinchazo, media y estocada (silencio tras aviso). Pepe Moral, de verde y oro. Pinchazo, estocada y cinco descabellos (silencio tras dos avisos). Media (silencio tras aviso). Alberto López Simón, de azul marino y oro. Estocada desprendida (oreja). Estocada desprendida (dos orejas). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Pamplona. Martes 7 de julio, San Fermín. Lleno. El público de Pamplona pitó al alcalde de la ciudad, Joseba Asirón (Bildu), que presidió la corrida. Alberto López Simón salió a hombros.

La primera corrida de la Feria del Toro se saldó con el triunfo de Alberto López Simón, quien cortó tres orejas y abrió por primera vez la Puerta Grande de la plaza de Pamplona en esta edición, tras un festejo en el que Juan José Padilla y Pepe Moral se marcharon de vacío tras lidiar una corrida de Jandilla, seria y de juego desigual. Con lleno de No hay billetes, presidió el espectáculo el alcalde de la ciudad, Joseba Asirón, de Bildu, quien recibió una pitada tras el paseíllo y que concedió de manera generosa la segunda oreja del sexto toro al triunfador.

López Simón, que contó con el mejor toro de la tarde, el tercero, se alzó como protagonista del festejo en el que desplegó un valor sereno, temple y gusto. También estuvo muy por encima del complicado sexto, ante el que se impuso. El madrileño estuvo a un buen nivel ante el tercero, con cuajo. Tras un comienzo muy torero, realizó una faena seria y desigual, brillando en un par de series diestras con muletazos de buen corte y zapatillas asentadas. Con la izquierda, con un enganchón de por medio, no logró nada reseñable. Continuó con muletazos de rodillas, pero embarcando y dominando al toro. Y cerró con unas bernadinas muy ceñidas. Mató de estocada desprendida y el presidente le concedió una oreja tras la petición de los dos trofeos.

Con el complicado sexto, de Vegahermosa, bien presentado, largo y astifino, realizó una faena con firmeza, buena colocación y temple. Un trasteo que inició por alto y en el que extrajo muletazos de buen corte con la derecha -por el izquierdo el objetivo era muy difícil porque el toro acometía por encima del palillo de la muleta-. Tras circulares y algunos recursos, cerró con ajustadas manoletinas. Mató de estocada y fue premiado con dos orejas.

El que abrió plaza, un astado castaño, con seriedad en su trapío y corniabierto, salió descoordinado, pero se fue asentado. Resultó noblón. Padilla, fácil en banderillas, comenzó una labor con estatuarios que se desinfló pronto, marcada por un enganchón y un desarme. Con la espada mató al primer envite.

Al enmorrillado cuarto lo recibió Padilla con una larga de rodillas en los tercios. El jerezano, que no banderilleó en esta ocasión, realizó un trasteo sin brillo ante un animal parado.

Pepe Moral lanceó con buen aire de salida al burraco segundo, un astado serio de Vegahermosa al que cuidó en varas y calamocheó en la muleta. El palaciego realizó un trasteo desigual que inició en los medios de manera vibrante con muletazos por la espalda. Tras un desarme, logró los mejores momentos con la izquierda, con algunos naturales bellos. Con los aceros, especialmente con el verduguillo, dio un mitin.

Moral, porfión, se entregó sin conseguir fruto alguno ante el quinto, un toro de imponentes y astifinas perchas -¡605 kilos!- al que le costaba embestir. Tras ganar terreno a la verónica -el toro le rajó el capote en una media verónica-, el sevillano se entregó en una labor larga que había brindado a Saúl Jiménez Fortes, que ocupaba un burladero en el callejón.

El público, que abarrotaba la plaza, no abandonó el coso, ovacionando a López Simón en una triunfal vuelta al ruedo antes de que saliera a hombros de la plaza de Pamplona por una actuación de una extraordinaria firmeza, marcada también por el temple y el gusto.

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