Toros

Fracaso de Alcurrucén

  • La ganadería de la casa Lozano falla estrepitosamente · Oliva Soto se luce ante el cuarto, potable sólo por el pitón derecho · Pinar receta una estocada contundente al quinto · Tendero porfía con un mal lote

GANADERÍA: Corrida de Alcurrucén, en conjunto bien presentada, mansa y muy deslucida. El mejor, el cuarto toro, manejable únicamente por el pitón derecho, que fue aplaudido en el arrastre. TOREROS: Alfonso Oliva Soto, de sangre de toro y azabache. Pinchazo hondo y dos descabellos (silencio tras un aviso). En el cuarto, pinchazo y estocada (saludos). Rubén Pinar, de berenjena y oro. Metisaca y entera (silencio). En el quinto, estocada entera (saludos). Miguel Tendero, de lila y oro. estocada y dos descabellos (silencio). En el sexto, pinchazo y entera (silencio). Incidencias: Real Maestranza de Sevilla. Miércoles 27 de abril de 2011. Media entrada en tarde soleada y de temperatura agradable. En banderillas, saludó Andana en el cuarto.

La corrida de Alcurrucén, bien presentada, decepcionó en su juego. No por la mansedumbre con que los toros de encaste Núñez suelen desenvolverse en los dos primeros tercios, sino por la escasa y deslucida acometividad con la que lucharon durante la lidia y en la persecución de la muleta. Únicamente un cuarto astado que resultó manejable propició al camero Alfonso Oliva Soto deleitar con su pinturería algunos pasajes de un festejo que en líneas generales fue muy aburrido.

Oliva, quien ya demostró el pasado lunes en esta misma plaza de la Maestranza que sabe mover los engaños como muy pocos, basó su faena en el pitón derecho, potable. Este cuarto toro, Cariñoso, para hacer gala a su nombre, fue el menos agrio del desagradable encierro. El de Camas comenzó con tres series cortas, metiéndolo en la flámula y dibujando muletazos estimables, aunque sin despaciosidad. En la tercera, con los pases más ceñidos, el público estalló en una gran ovación y la banda de música atacó por primera y única vez en la tarde una faena. La siguiente serie, con pinturería, la abrochó con un hermoso pase de pecho y desplante torerísimo. Pero por la izquierda al toro le costó embestir y el torero volvió a la otra mano. El animal ya no acometía con el mismo celo y todo quedó sentenciado. Como le sucedió también el otro día, el camero volvió a fallar con la espada. Una estocada tras un pinchazo fue la rúbrica antes de que el público le propinara una gran ovación.

El torero sevillano tuvo que cortar de inmediato las relaciones con un Valenciano que abrió plaza y que resultó manso y muy deslucido; un toro sin entrega y que derrotaba feamente.

Rubén Pinar poco o nada pudo lucirse. Amistoso, el segundo astado de la tarde, tuvo muy poco de ello. Resultó un enemigo manso y gazapón. El de Albacete se machacó en un trasteo porfión y larguísimo, con un toro que se hacía el remolón y que por el pitón derecho desarrollaba mucho peligro. De hecho, en un muletazo, se quedó debajo del torero y le lanzó un serio hachazo como advertencia de su nula amistad.

Pinar tampoco pudo hacer nada ante el quinto. Sus afanes, su trabajo por agradar, no sirvió nada precisamente ante Afanes, un astado no beligerante, que quiso huir de comienzo hacia la dehesa, cuando midió las tablas para saltar y que, aplomadísimo, no persiguió en ningún momento el engaño. Pinar lo finiquitó de una estocada contundente, en la que el toro le colocó sus cuchillos a la altura del estómago, hecho decisivo para que recibiera una ovación fuerte.

Miguel Tendero tampoco pudo brillar por el pésimo lote que tuvo enfrente. Con su primero, una res denominada Guitarra, cuyas cuerdas andaban rotas, no pudo sacar acorde alguno. El toro, sin fijeza alguna, andaba de un lugar a otro, sin entrega, sin humillar y Tendero, voluntarioso, sufrió una colada escalofriante por el pitón derecho y también ligeros tornillazos por el izquierdo, cuando le plantaba cara. El sexto, Pianista, tampoco hizo honor a esa familia ganadera de encaste Núñez, con nombres referidos a la música, que suelen ser buenos. En este caso, el toro, huidizo en los dos primeros tercios, se movió tras la franela, pero sin entrega ni humillación, por lo que la porfiona labor de Tendero careció de emoción.

La ganadería de Alcurrucén, que en muchas ocasiones es elegida por figuras y nada tiene de torista, fue un mal trago para público y toreros. Alcurrucén fracasó.

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