Campo bravo Ganadero

José Núñez, el caballista de Alventu

  • Desde 1936 la familia Núñez cría toros y caballos en uno de los cortijos más históricos del planeta del toro, donde tentaba Joselito el Gallo y el rey Alfonso XIII se ejercitó en 1908 en el acoso y derribo de reses bravas

En Trebujena, lindera con el Guadalquivir, hay una finca legendaria en la historia del toreo: Alventu.

Una reliquia de cuando el ganado bravo se criaba en la marisma. En Alventu hay tradición, solera e historia: la vieja sangre villamarta tenía aquí su solar y hoy la familia Núñez mantiene la esencia campera. El decano es José Núñez Núñez, Joselito para todos.

La vieja finca de Otaolarruchi, donde el sanluqueño Manuel Hermosilla escogía los toros para la plaza del Pino, donde los Dávila criaron los villamartas y donde los Núñez, desde 1936, mantienen sus cuatro hierros y y el rigor de la añeja hospitalidad campera.

Joselito, octogenario, sigue al pie del estribo. Sin que lo sepan sus hijos, sube todavía al caballo. José, además de ganadero y caballista, rejoneó unos cuantos años por las plazas de toros: "Yo me he considerado como buen caballista, con la garrocha, que es lo que me ha gustado siempre". Al jovial ganadero, pese a que rejoneó muchas veces en Cádiz y tuvo grandes éxitos en Málaga no le gusta el rejoneo en la plaza: "me gusta el caballo y el toro en el campo, en un espacio de doscientos metros y tirarle tres o cuatro caídas a un novillo".

Recuerda José sus tardes en la plazas de La Isla, Málaga, Marbella, Torremolinos o Cádiz: "me pegué cuatro o cinco años dando caballazos. No me gustaba en la plaza, por eso me quité. Rejoneaba con dos caballos, uno para salir que era muy ligero y otro para poner banderillas y matar. Caballos españoles un poquito cruzados de inglés".

Aquellos eran tiempos frenéticos en Alventu: "teníamos más de mil vacas y quinientos toros. Mucho trabajo, no podía salir de aquí, nada más que sacar agua para tantos toros me tenía noche y día".

Desde la antiquísima y poligonal plaza de tientas se ve un barco subir el Guadalquivir. La misma estampa que vería Joselito el Gallo, asiduo a esta casa para tentar en campo abierto, o el rey Alfonso XIII, que vino aquí porque tuvo el capricho de practicar el acoso y derribo. Vino desde el palacio de Doñana y hubo que hacer un embarcadero para que llegara a la finca. Una placa en el caserío recuerda la visita que repetiría Juan Carlos.

José Núñez tiene tres hijos en el toro: Miguel, banderillero de figuras como Ojeda o Manuel Díaz; José que fue conocedor en la ganadería de Aránzazu Martínez de Salazar, o Salvador, picador en la cuadrilla de El Juli. Miguel mima un tabanco abierto en el caserío para los amigos y quienes quieran conocer Alventus, con un mosto cristalino de las botas de la casa.

A José le gustaba Álvaro Domecq Díez a caballo y Rafael Ortega toreando. Cualquier cosa: "y me sigue gustando Rafael Ortega aunque ya murió, el más puro con el capote, la muleta y la espada. Con veinte muletazos y la espada cortaba las dos orejas y el rabo. Me gustan todos los toreros aunque sean charlots, pero los veo y les digo que la faena está hecha y siguen y le pegan cuatro cinco estocadas por el lado. ¡Así como vas a matarlo! Al toro hay que dejarlo fresquito, para citarlo, echarle la muleta abajo a las manos, que agache la cabeza y...".

Por estos cerrados y en esta plaza ha pasado todo el toreo. Es más fácil decir los que no han venido nunca. El caballista de Alventus evoca faenas camperas de Manolo González o Jaime Ostos, Juan Antonio Romero, Espartaco, Paquirri, Ruiz Miguel o Padilla; o Juan Silveti Manuel Capetillo o Bernardo Valencia, llegados desde la otra orilla del toreo: "a Rafael de Paula lo he tenido yo aquí para verlo torear nada más. Era muy delgado de novillero. De matador vino muchos años. Le dejaba escoger y cuando le preguntaba qué tenían esas vacas para que las escogiera decía que le gustaba que tuvieran la pezuñita fina, las cañas de las manos finitas, el rabo finito, los cuernecitos finitos...".

José bromea de los toreros que ha pillado aquí haciendo la luna "nada más que apartaban becerritas mamonas" ríe socarrón.

En esta casa se lidiaban en tiempos hasta ciento cincuenta toros. Lidiaban mucho en las plazas catalanas y de Levante: "había días en que había que cargar dos o tres corridas de toros". Y un criterio claro: "tientas de diez o doce puyazos, que las becerras no hayan estado nunca en la plaza y dejarle la puerta abierta para que así vayan al caballo. El toro con tres años cumplidos para cuatro, un utrero granaíto, con cara y gordo; con cuatro años y los quilos que piden hoy ya no sirve".

Alventus y la familia Núñez son página importante en la historia del toreo, solera y mosto nuevo a la vez, y si no que le pregunten a José.

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